viernes, 10 de julio de 2009

Balance

Pues nada, se acabó el viaje. Y así ha de ser. Estaba planeado para tres semanas y pico y ése es el ritmo que ha llevado. No se me ha hecho largo, como el primero, ni tampoco me he quedado con ganas de más. Me gustaría volver en otra ocasión, pero ya con la intención de quedarme como mínimo tres o cuatro meses, quizá más, para viajar sin prisa y perderme por esos rincones tan interesantes que nos hemos quedado sin ver. Por ejemplo, Ladakh. No me importaría pasar una temporada trabajando, he visto que hay posibilidades de dar clase de inglés en algunos sitios, quizás también de español. Unos amigos de Devesh trabajan para la Cruz Roja, tampoco sería mala opción...

El viaje ha estado bien. No sólo ha servido de desconexión y entretenimiento vacacional, sino que ha cumplido su propósito principal, que era modificar la impresión más bien negativa de mi primera estancia en India. Al evitar el circuito turístico hemos podido disfrutar de un contacto mucho más auténtico con los indios, que fue justamente lo que eché en falta la otra vez, cuando para mí es lo más importante. Además, hemos conocido a gente de diversos estados (al menos cuatro), lenguas maternas (al menos ocho) y religiones (como mínimo cinco: hindúes, musulmanes, sikhs, algún cristiano y un bahaíta disfrazado de sikh).

Hemos tenido suerte, todo ha ido sobre ruedas y no hemos sufrido ningún percance, apenas hemos tenido experiencias negativas. Lo único que no me permite estar totalmente satisfecho es la tensión que ha habido entre mi compañera de viaje y yo, inexplicable, pero palpable. De hecho, varias veces me planteé tirar por mi camino, pero siempre había alguna razón para no hacerlo. Eso me ha fastidiado bastante. También es verdad que ha habido momentos muy buenos, con el punto culminante en Amritsar, tras la aventura de Wagah Border.

Aparte de unas cuantas camisas, dos pantalones, dos escudillas metálicas y un montón de especias, me traigo buenos recuerdos de gente majísima, de conocidos hospitalarios y desconocidos serviciales y desinteresados; atisbos de comprensión de algunos aspectos de la cultura india; y, creo, unas cuantas fotos buenas, que para mí es algo importante.

Gracias a los que me habéis acompañado virtualmente a lo largo de este viaje. Este diario no termina aquí, todavía hay entradas que no he podido escribir (sobre todo las del comienzo) y reflexiones que no me ha dado tiempo a plasmar. Lo haré, pero no sé cuándo. En cuatro horas empiezo otro viaje, del que espero poder también mandar noticias. Ahora va siendo hora de dormir.

martes, 7 de julio de 2009

Solito por Delhi

No se por que, pero, al igual que a la llegada, en casa de Devesh apenas conseguimos pegar ojo. No conseguimos que el air-cooler enfrie, nos habria venido bien el manual de instrucciones. Mi cabeza da tantas vueltas como yo en la cama. Pienso en dedicarme a algo relacionado con los viajes: escribir articulos, trabajar para la Cruz Roja... Me muero de sed, el litro de agua que me bebi por la noche no basta para digerir el palak paneer.

A las cinco y poco suena el despertador. Ania se levanta, la acompanho abajo a coger la autorriksha a la estacion, hoy se va a Agra a ver el Taj Mahal. Subo, me peleo un rato en el banho con la cena de anoche y en estas llega Devesh, recien vuelto de Nepal. Que majo es. Hoy no me puede hacer companhia, tiene curro atrasado.

Autorriksha hasta la Embajada de Espanha. En el control de pasaportes a la venida, la cubierta del mio quedo pendiente de un hilo, la pegue con superglu, pero me quedo un poco chapucero, llame por telefono y me aconsejaron que me presentara a por un certificado de que mi pasaporte, aunque pueda parecerlo, no esta falsificado. Dentro esperan unas cuantas personas que han tenido problemas mas serios que yo. Me atienden rapido. Salgo antes de las 10.

Encontrar transporte por la zona embajadorial no es tan sencillo, son calles anchas, las rikshas pasan a lo lejos y todas llenas. Alguien me dice que bus debo coger para llegar a Jama Masjid, lo que no me explica es donde esta la parada. Un policia me ayuda: se planta en medio del carril cual suicida y le hace senhas al bus de que pare a un lado. Me subo, ni me da tiempo a darle las gracias. Dentro todos me miran. Hasta Jama Masjid se tarda casi media horeja. Son siete rupitas.

Me bajo cerca de Jama Masjid, la mezquita principal, uno de los lugares donde mejor me senti en Delhi hace dos anhos. Me oriento por las cupulas. Atravieso una especie de explanada que debio de ser preciosa, un camino de cemento pintado de azul, en el que cada cierto tiempo aparece una pequenha piscina en forma de estrella, son fuentes, pero en vez de agua dentro hay gente sentada, familias enteras, sacos, lienzos, trastos, incluso una cicloriksha. Bajo los arboles dormita gente sucia y harapienta. Mucha miseria. Toldos de lona o de plastico sujetos por cuatro palos. Sentados en el suelo y protegidos por sendos paraguas, dos tipos venden frutos secos amontonados en cestas. Los miro y me piden que les haga una foto, aunque ni siquiera llevo la camara a la vista. Insisten, asi que la saco. En esto estoy, cuando un viejo que viene por detras con una especie de odre de agua a cuestas, choca conmigo y me suelta parte del contenido sobre la mochila, creo que aposta. Lo miro con furia, mientras los de los frutos secos se rien. Viene otro tipo y me dice algo de malas maneras, lo mando a tomar el fresco, a pesar de que (no se por que) se lo he dicho en polaco, me entiende perfectamente, me amenaza, noto cierto movimiento de gente en mi direccion, asi que opto por pirarme de alli cuanto antes, me siguen tres tipos, doy media vuelta y les planto cara, pero pasan de largo. Estoy ya a la puerta de Jama Masjid. A la puerta, dos policias, hombre y mujer, y un arco detector de metales.

Es una puerta lateral, no la principal, pero la escalinata se parece mucho a la que ya conozco, quiza un poco mas pequenha y mas desierta, pero impresiona. Un tipo viene y me dice que con pantalon corto no se puede entrar. Eso ya lo sabia, pero hoy, ultimo dia en India, me apetecia ponermelo, despues de haberlo cargado en la mochila todo el viaje para no usarlo mas que en Chandigarh. El tipo me dice que "por trescientas o cuatrocientas rupees only" puedo comprarme una kurta y pijama (la camisa larga y los pantalones, efectivamente parecidos a los de un pijama, que llevan los musulmanes), o "por quinietas rupees only" si es de mejor calidad. Ni de conha. Luego me quiere llevar a ver no se que templo hindu, otro jainita y, si le entiendo bien, otro cristiano. Me libro de el como puedo y me voy a la entrada principal.

Paso por el detector de metales, todo pita, pero a los polis (tambien hombre y mujer), les da lo mismo. Los miro, me miran. Saco algunas fotillos, que bonita es la escalinata, subo, a la puerta me mandan quitarme los tenis (recuerdo la otra vez, nos negamos a dejarlos alli y los metimos en la mochila, hay que tener en cuenta que era el primer dia de viaje de la primera vez en la India) y, al igual que hace dos anhos, me anudan a la cintura un mantel sucio, que ahora se que se llama lungi (al menos cuando no esta sucio), y me hacen pagar ni mas ni menos que doscientas rupees only por la camara. Estoy empezando a pensar que el nombre oficial de la moneda india es "rupee only", nombre y apellido, hasta esta escrito en las entradas de diversos lugares.

La mezquita es de piedra rojiza y ocupa un espacio enorme. En el patio, dicen, caben hasta veinticinco mil personas, no en vano es la principal mezquita de la India. Las losas queman bajo el sol y estan llenas de cagadas palomiles, menos mal que no me he quitado los calcetines. Rodean el patio arcadas, bajo las cuales descansan familias enteras, mucha gente duerme sobre la piedra. En tres de sus lados, puertas con arcos, columnas, cupulas. En el lado restante, una exquisita construccion coronada por cupulas puntiagudas de marmol y ornamentada con inscripciones del Coran (supongo), en cuyo interior rezan algunos fieles. Veo los primeros turistas en bastante tiempo, todavia tienen la piel lechosa, se ve que acaban de llegar, caminan como perdidos, sonrien timidamente y les han puesto manteles todavia mas feos que el mio, por no hablar del trapo de lunares con el que han envuelto a las tias. Llamo la atencion, se me acerca alguna gente a hablarme, algunos me piden fotos, yo se las pido a otros, unos se me pegan y no paran de darme la chapa, quieren que les invite a tomar algo, luego se burlan de mi. Toda la agresividad y desagrabilidad que no he vivido a lo largo de este viaje, parece que me la estoy encontrando hoy, justamente el ultimo dia, cuando mas tranquilo iba. Decido practicar un poco mi deporte favorito, el towering, y subirme al minarete, desde donde dicen que hay unas vistas espectaculares de Delhi. Por cien rupees only. Para los indios, veinte. Un padre sin ganas de subir me encomienda a un chaval como de diez anhos, no se si para que se lo cuide o para que el cuide de mi. La escalera de caracol es tan estrecha que no caben dos personas, cuando una sube y otra baja hay que apretarse y pasar rozandose. Cuesta subir los escalones, no se como el ninho lo consigue, le llegan por encima de la rodilla, pero va mas rapido que yo. Arriba, efectivamente, una vista espectacular, sobre todo de la espectacular contaminacion que cubre la ciudad. Molan las casitas cuadradas, apinhadas, como si la ciudad fuera una pantalla pixelada de colores. Bajo y agoto mis ultimas fotos retratando a la gente que hace sus abluciones en la fuente del patio. Luego me siento en una de las galerias bajo los arcos, cierro un rato los ojos, pero noto que mi presencia turba la paz y a mi me turban las miradas fijas. A la salida, me piden diez rubias por alquiler de lungi y otras tantas por cuidado de zapatos.

Salgo, decidido a pasear tranquilamente por Chandni Chowk, el mercado que hay a los pies de Jama Masjid, se me acerca un ciclorikshero que antes me habia ofrecido sus servicios. Es mayor, pero habla bastante bien ingles, me sorprende su acento. Quiere llevarme por ahi, ensenharme callejas de Old Delhi, pero yo no quiero, quiero andar, no necesito una riksha, el sigue hablando conmigo, aunque yo no le doy mucha cancha, me acompanha un trecho, ya no insiste en llevarme, me indica como llegar a donde yo quiero, le pregunto por algun restaurante, dice que de que tipo, me recomienda uno que esta ahi al lado, le pregunto por que habla tan bien ingles, estuvo trabajando en Calcuta con la Madre Teresa muchos anhos, pero no sabe leer ni escribir, aunque otra gente lee y escribe pero no sabe hablar, me cae bien, le invito a comer, cada uno un thali (dhal, shahi paneer, raita y un par de stuffed parantha), total 70. Se ve que tenia hambre.



El rikshero se llama Sunny ("like the sun"), tiene sesenta anhos, la piel muy oscura ("todos creen que soy del sur del pais") en un bonito contraste con el pelo gris o blanco brillante, los pomulos muy marcados en una cara flaca, y unos ojos brillantes que parecen buenos. Es pequenhito y flaco y un poco encorvado. Me cuenta su historia. Nació en Bihar y vive en las afueras de Delhi, alli tiene su mujer y sus no se cuantos hijos e hijas, casi todos casados, tiene tambien cuatro nietos, sonrie cuando le digo que es abuelo. Pero sus hijos no quieren trabajar, han salido vagos, no traen dinero a casa. Y el ultimamente tampoco gana nada, no hay trabajo, "los indios tampoco salen de casa porque hace demasiado calor". Lleva cinco dias sin volver a su casa, durmiendo en la riksha, que no es suya. Cada dia paga cincuenta rupias de alquiler. El otro dia, mientras dormia, le rajaron el bolsillo donde tenia seiscientas rupias. Me ensenha el tajo. Debe de ser una práctica habitual, porque es la segunda vez que le pasa. Me entra rabia, como se puede robar a quien no tiene nada. Todavia no puede volver a casa. Una vez le robaron la riksha, que tampoco era suya, y tuvo que pagarle al duenho lo que le pidio, siete mil rupias. Todo por no tener una cadena con que atarla. Las rikshas nuevas cuestan nueve mil, ahora es que las hacen con capota; las de segunda mano, cuatro mil. Le gustaria tener una propia, aunque no sabe cuanto tiempo mas podra trabajar, esta sano, pero es mayor. No sabe que sera de el y de su familia. Tiene muchos amigos por todo el mundo: americanos, suizos, alemanes, franceses, italianos, suecos... Una vez, uno de sus amigos, no recuerdo de donde, le llevo a un garaje de rikshas de segunda mano y le compro una. Pero una vez que su hijo se puso enfermo, tuvo que venderla para pagarle el hospital. Ahora esta ahorrando. Me ensenha su riksha, que no es suya. Le doy una camiseta negra que llevaba justamente para darsela a alguien, era una de mis favoritas, pero ya no me la voy a poner porque el dibujo se esta desprendiendo y queda feo. A el no creo que le importe. Me cae bien ese hombre, me gusta su cara, a pesar de los dientes estropeados por el tabaco de mascar y el betel. Le hago un par de retratos, con mi camara que cuesta mas que todas las rikshas que hay alli juntas. Acuden otros riksheros y personajes de los alrededores. Le pido que me lleve al metro, solo para escaparnos de alli. Por el camino, sigue contandome su historia. Lo hace sin teatro, sin pena, sin dolor. Es su historia. Cuando era pequenho, mendigaba en las calles, con su madre y sus hermanos, vivian en la acera, bajo algun toldo. Un americano que tenía diez coches se interesó por ellos, cada semana les daba quinientas rupias para comer, quiso meter a Sunny en la escuela, pero la madre temió que se lo llevase a América y se escapó del pueblo con toda la prole. Al cabo de un tiempo volvió, y el americano le compró a Sunny varios pantalones y camisas y una corbatita roja y lo metió en un internado donde tenía cama y comida. Pero luego no sé qué pasó que el americano desapareció y no hubo quien pagara el internado. Llegamos al metro, me bajo y le pregunto cuanto es. Dice que nada. Es justo la prueba que me hacía falta, aunque quizá no debería haberme hecho falta ninguna. Le doy discretamente quinientas rupias. Su cara se ilumina, se me queda mirando fijamente, balbucea "thank you, sir..., thank you...". Le digo que me espere un momento. Voy a comprar un par de refrescos, ese hombre necesita hidratacion y azucar para pedalear con el calor que hace. Mientras tanto, compruebo cuánto dinero me queda. Al volver con medio litro de pepsi, me lo encuentro llorando. Con la botella le doy otro billete de quinientas, bien doblado. Llora silenciosamente, dice que Dios lo ve todo y que, por eso, cuando uno hace el bien, le llega el bien, y que él es un hombre con suerte, porque siempre se topa con gente buena que le ayuda, yo le digo que yo no soy bueno, que soy normal, no le digo que en el fondo temo estar comprando una tregua de mi conciencia, le pongo la mano en el hombro, me falta poco para llorar a mí también. Guarda la botella de pepsi en un cajoncito bajo el asiento de la riksha, se la dará a su hijo. Vamos a comprar una cadena y un candado para que no le vuelvan a robar la calesita, porque si tiene que andar pagando, nunca tendrá una propia. Comprueba la solidez de la cadena y me dice el precio, por si me parece bien. Por noventa rupias tenemos sistema de seguridad. Por noventa rupias se hubiera evitado tener que gastar siete mil... Y pensar que yo siempre había evitado tomar las ciclorrikshas porque me parecía un esfuerzo inhumano, pero es que de ese esfuerzo depende su vida infrahumana. Infrahumana en las condiciones, humana en los sentimientos.

Insiste en que quiere enseñarme las callejuelas de Old Delhi. Por qué no, me apetece estar con él, quién sabe cuántos momentos así se podrá permitir, el pan de hoy ya se lo ha ganado y, de todas formas, parece ser que no hay muchos clientes. Va a aparcar donde están el resto de los riksheros de Chandni Chowk. Echamos a andar, adentrándonos por las calles laterales donde, nerviosos, nos metimos mi hermana y yo hace casi dos años, nuestro primer día en la India, mientras el resto del grupo se quedaba en la calle principal sin atreverse a entrar. Pero no se lo digo, le dejo que me haga de guía, me gusta volver a estar allí, la perspectiva es totalmente diferente y, sin embargo, recuerdo la excitación de aquella tarde. Me señala un portal y me dice que entre a hacer fotos, es como si hubiera adivinado mi gusto: la entrada en sombra, un arco pintado de celeste y, al fondo, un patio soleado con ropa de colores tendida. Sonríe. Luego me enseña un templo jainita, horteramente bello, una lástima que no dejen sacar fotos. Nos tomamos un gulab jamun cada uno de postre. Paseamos un poco más. Conoce muy bien esas calles, al fin y al cabo, aparte de Bihar, su lugar natal, en su vida no ha visto más que Calcuta y Delhi. Y un poquito de Nepal, en el que tal vez sea el único viaje como tal que ha hecho. Me acompaña hasta el metro, nos tomamos una limonada, que es buena para el "estógamo" ("it's good for your tomach", dice) y nos despedimos. Me da la mano. Yo le habría dado un abrazo, sobre todo si estuviera un pelín menos sucio, pero me temo que no hubiera sido apropiado. Si alguna vez vuelvo a pasar por Chandni Chowk, lo buscaré. Sunny... ojalá le vaya bien, whatever that means.

El metro de Delhi es moderno y tiene tres líneas. Al entrar te hacen subirte a un escalón para cachearte y pasan tu equipaje por rayos. No sé cómo lo harán en las horas punta. Cojo la línea amarilla hasta Rajiv Chowk. El vagón es ancho y fresco, la variedad de los pasajeros cabe en la de la India, no hay, ni por asomo, tantos extranjeros como en Madrid o en Londres, es decir, no veo a ninguno aparte de mí. Busco el trasbordo a la línea azul. Llega el tren hasta los topes y los pasajeros se desbordan como por las compuertas de una presa, empujándose, pisoteándose, aplastándose, arrollando a los que esperan en el andén, algunos de los cuales, como peces contra un tsunami, intentan subir al mismo tiempo. Por suerte el vagón queda casi vacío. Ya en Yamuna Bank cojo una autorriksha para completar el trayecto, pero al minuto de trayecto el tipo se para a un lado y desaparece veinte minutos, yo estoy tentado de ponerme al volante (mejor dicho, al manillar), luego me explica por señas que se ha ido a dar prashad, comida bendecida, a no sé qué dios; a juzgar por las migajas dulces que aún rebaña con la lengua, deben de haber comido juntos.

Ya cerca de casa de Devesh, me meto en el cíber, porque me apetece escribir un rato. A las dos horas, se va la luz. Por suerte disponen de un generador que aguanta la corriente cinco minutos más, así que me da tiempo a grabar lo escrito. Vuelvo a casa, Devesh acaba de levantarse, me pego una ducha, porque estoy todo sudado, y entablamos una interesante conversación llena de confesiones culturales y personales. Luego, mientras Devesh se ducha, sigo escribiendo, dispuesto a terminar el capítulo, tan inspirado estoy que se me olvida grabar cada cierto tiempo, craso error tratándose de la India, pues, evidentemente, al rato se vuelve a ir la luz. Siento una curiosa mezcla de cabreo y resignación. Al dejar de funcionar el ventilador y el air-cooler, el calor se hace sentir con toda su fuerza. En cuestión de segundos, a pesar de estar recién salidos de la ducha y medio desnudos, chorreamos sudor, nuestros cuerpos brillan como luchadores aceitados. Se hace de noche y yo tengo que hacer la mochila a la luz de dos velas y mi móvil. Llamamos al telecurry para que nos traigan la cena, que engullimos románticamente a la luz de las velas en el balcón, donde al menos se insinúa una leve brisa. Se hace tarde, termino de hacer el equipaje, vuelve la luz y bajamos.

Conmigo escondido tras la verja, Devesh me negocia una autorriksha al aeropuerto por 250. Salgo, monto, son más de veinte quilómetros, en algunos tramos (sólo en algunos) alcanzamos velocidades de las que no creía capaz a un triciclo de éstos, sesenta, tal vez ochenta por hora, pero metido en una lata con ruedas que tiembla y da respingos todo el tiempo y es adelantada por coches y jeeps a menos de cinco centímetros, uno se siente muy vulnerable. A pesar de ello, estoy tan cansado que voy dando cabezadas, empiezo a soñar con visiones de la India, pero antes de que el argumento tenga tiempo de desarrollarse, siempre hay un bache que me despierta violentamente, la lata cruje y temo por mi integridad física y la de mi equipaje. El trayecto dura cosa de una hora, pero se me hace eterno.

Mi vuelo es a las 00:40. En el avión conseguiré dormir.

lunes, 6 de julio de 2009

Vuelta a Delhi

Imagina que le das tu dirección a alguien:

Periquito
hijo de Perico de los Palotes
cerca de la mezquita de la Universidad de las Chimbambas
Chimbambas
Guirilandia


Pues poco más o menos es la que me dio Nawaz a la hora del desayuno. Me fío más del mail.

Para desayunar: de primero, arroz frito en ghee con verduritas; de segundo, arroz, pero de otro tipo, granos en forma de bolitas muy pequeñas, con leche y azúcar.

Nos despedimos del padre, que se va a currar. Salimos con todo el equipaje, antes de subirnos al coche me meto en un charco de barro hasta los tobillos, menos mal que mis tenis son bastante impermeables, y Nawaz nos lleva a ver el cole donde estudió. En la sala de profesores, charlamos con la que le dio clase de inglés, Arati. Habla con soltura. Se ve que se aprecian. Ella le echa la bronca por no habernos llevado a su casa. Es majísima sin esforzarse por serlo, me encanta su sonrisa tranquila. Nawaz nos cuenta que todos la odiaban por que era muy severa, hasta que al llegar al último curso pasaron del odio al amor y se dieron cuenta de que la disciplina que imponía era por su bien. Aparte de inglés, habla hindi, assamés y bengalí. Por los pasillos los alumnos la saludan educadamente y ella les da palmaditas. En el patio los niños llegan corriendo, se plantan emocionados delante de la cámara, se empujan unos a otros para ponerse delante, se lo pasan pipa, hacen caso omiso de los gritos de los profes de gimnasia (mujer para las chicas, hombre para los chicos), de cuya tutela los hemos arrancado sin querer. Bueno, sin querer mucho. Unas fotos de niños indios son unas fotos de niños indios. Los chavales se adelantan a las tímidas chavalas, recurro a mi rudimentario hindi ("larkí", que significa "chica") para hacerles entender que no se metan en la foto que estoy sacando, funciona, pero a los dos disparos reclaman lo suyo: ¡larká!, es decir, "chico". Les toca a ellos. En realidad mi "discurso" en hindi ha sido más un experimento para ver si funcionaba y un truco para impresionarlos. No habría hecho falta. Lo realmente impresionante es que, con lo pequeñajos que son, casi todos hablan (aparte del assamés, lengua natal de la mayoría) como mínimo algo de hindi y algo de inglés.

Recogemos a la madre del trabajo y vamos al aeropuerto. Prometemos seguir en contacto, sería estupendo que Nawaz viniera a Polonia. Todavía no entiendo a la madre, silenciosa y ahorrativa en gestos, aún no sé si le gusta nuestra presencia, la tolera o le mosquea. Pero cocina de maravilla. Me imagino que, si no hubiera barrera lingüística, sería diferente. Lo curioso es que ella trabaja todo el tiempo en inglés. Sabe leerlo, pero no hablarlo.

Ya en el aeropuerto, controles por todas partes. En la zona de espera, cuatro puertas de embarque, no hay tablero, preguntamos, pero nadie sabe cuál es la nuestra. Esa información se transmite por el oído. Cuando llegue el momento, lo anunciarán por megafonía. Lo malo es que hay que estar atento (y no siempre lo dicen en inglés) y que, si se te pasa, no puedes pedirles que repitan. Una paradoja: habiendo hecho viajes de 12 horas embutidos en cafeteras sobre ruedas, para llevarnos al avión nos meten en el autobús más cómodo y espacioso que he visto no ya en la India, sino en los últimos diez años (desde que viajé en bus por Brasil). Arrancamos sin que se haya llenado y en treinta segundos escasos estamos ya junto a nuestro avión.

En Delhi, taxi "pre-paid" hasta casa de Devesh, que todavía no ha vuelto de su viaje improvisado a Nepal, pero que nos ha dejado las llaves en casa de los vecinos. Pero qué majo es. Ania se encuentra mal y la paga conmigo. Pero ya es la última vez, mañana por la mañana, si no se rompe la noche, se va a Agra a ver el Taj Mahal. A mí no me habría importado verlo otra vez, pero me tengo que quedar en Delhi: una, porque debería hacer una gestión en la Embajada; y otra, porque el tren de vuelta que tendría sentido coger llega a Delhi demasiado tarde, no me daría tiempo a coger mi vuelo. No conseguimos hacer funcionar correctamente el air-cooler, los ventiladores no bastan. Dormimos en el salón, donde hace menos calor que en el dormitorio, pero sigue siendo una sauna.

domingo, 5 de julio de 2009

Despedida de Guwahati

Al levantarme casi piso un ciempiés. Lo hice poco después, pero ya con chanclas, aun temiendo por mi karma: igual en mi próxima vida me reencarno en uno de ésos. Enseguida fue rodeado por cientos de hormigas minúsculas, de las que Ania se encontró en su mochila, en la comida que le dio la madre de Kevin. Luego, al ir a quitar la mosquitera, de detrás del gancho salió una araña saltarina, nunca había visto tanta agilidad en estos bichos. Tras la ducha, el desayuno: arroz con coco rallado.

Cogemos un bus hasta el centro, todo el mundo nos mira. Nawaz se va a ver a un amigo suyo, nosotros a dar una vuelta por el mercado, pero luego resulta que nos encontramos a Nawaz en una peluquería, lo tomamos como excusa para hacer fotos, porque en el asiento de al lado hay un indio muy moreno con la cara cubierta por una máscara como de barro blanco, parece una calavera o un practicante o víctima de vudú. Mientras Ania ordeña un coco verde, un mendigo se nos acerca, pero no demasiado. Va con el torso desnudo, del cuerpo le salen asquerosos bultos del tamaño de un puño, la espalda le cuelga como cuelgan las barrigas de los obesos más obesos, se le derrama, tiene la piel como la de un animal, me parece que es un caso de elefantiasis, pobre hombre, aparto la mirada, me da tanto asco que estoy dispuesto a salir corriendo como dé un paso más. Lo sabe y no lo hace. Qué horror, pobre hombre... En una calle lateral, un grupo de obreros que estaban trabajando empieza a posar para nosotros, se les da muy bien. Seguimos paseando entre casitas bajas y palmeras, sin mucha convicción, no me encuentro a gusto con ella, andamos juntos, pero nuestras cabezas van por separado. Volvemos a la calle principal. En un callejón, un anciano está acuclillado bajo un letrero pintado en la pared. Me gusta la luz y la perspectiva, le pido permiso para hacerle una foto, no acaba de entenderlo, pero parece que acepta. Enseguida se me acerca un tipo y me dice que eso no está bien. ¿El qué? Hacerle fotos a ese señor. ¿Por qué? Porque es un pobre. ¿Y qué? Que a los pobres no se les puede hacer fotos. Pero, vamos a ver, ¿por qué?, pregunto, esperándome un discurso sobre la dignidad de las personas. Porque esas fotos te las vas a llevar a tu país y la gente se va a creer que India es esto. Bueno, es que India también es esto... De todas formas, a mi juicio la foto no refleja pobreza ni nada, no se ve que el hombre esté en especialmente malas condiciones, al contrario, para mí es un anciano descansando tranquilamente en un escenario con un bonito juego de luces y colores. Cuando hay imágenes que cuestionan la dignidad de las personas, nunca saco fotos, es más, escondo o bajo la cámara para que nadie se mosquee. Pero esa sensibilidad sobre la imagen que de un país pueden dar las fotos ya la había visto en cierta ocasión en Serbia.

Paseamos un poquito más. Ante una puerta de madera pintada de azul, está acuclillado un indio de ojos también azules y rasgos bonitos. Le convenzo para que pose un poco para mí, aunque la multitud que inmediatamente se junta a nuestro alrededor me lo dificulta. Ania se bebe otro coco, yo también me dejo tentar. Al ir a cruzar la calle al estilo indio, un guardia de tráfico nos empieza a pitar y, con la mano, nos manda volver atrás y cruzar por otro lado. Acto seguido, para el tráfico sólo para nosotros, cuando llegamos a la mediana me da la mano y nos pregunta de dónde somos, y luego para los coches del otro lado para que crucemos tranquilamente. Muy amable por su parte, pero a mí me gusta el puntillo de adrenalina que da cruzar a lo indio. Consigo meterme en internet hora y pico, hasta que llega la hora de volver a casa a ducharnos.

En casa nadie tiene hambre, todos han comido ya, pero hay sobras: arroz, flor de banano (!!!!), una verdura que no sé cómo se llama, pero que en su versión cruda es preciosa, de color amarillo verdoso o verde amarillento con forma de ciruela alargada con la piel erizada en pinchos que no pinchan, dhal (o sea, lentejas), pescado frito, pescado en salsa, piña... Me lo zampo todo.

Cogemos el coche, nos han invitado a casa de unos familiares, nunca entiendo muy bien las relaciones de parentesco, todo son primos. Por el camino, justamente hoy, hay una luz fantástica, el paisaje es precioso, el Brahmaputra forma una especie de albufera, me habría bajado a hacer fotos. Como de costumbre, la familia casi no se sienta con nosotros, pero nos traen chai, fruta de su propia cosecha y dulces. O sea, que hemos ido hasta allí para que nos den de merendar. Nawaz nos saca a ver la aldea. A lo lejos se oyen gritos, cada vez más altos, es una multitud enfervorecida. Descubrimos un campo de fútbol, las porterías están hechas con troncos, pero tienen red, el árbitro justo acaba de pitar el final del partido, pero habrá penaltis, es la final de no sé qué liga, pero debe de ser importante, porque hay varios cientos de personas, se meten en el campo, es increíble la variedad de colores de sus ropas, nada de vestirse con los colores del equipo, un tío, no sé si jugador o espectador, se enfrenta al árbitro, se lo llevan a rastras, al fondo las montañas, al otro lado la puesta de sol. En cuanto saco la cámara, me veo acorralado por más de cien personas, sudo e intento no dejar de sonreír, todos quieren salir en la foto. Ni siquiera los penaltis, que ya han empezado, consiguen librarme del todo. Me escabullo como puedo, diciendo que quiero ver el final del partido. Cuando llega Ania (y Nawaz, pero no cuenta) se vuelve a formar el corro, todos sacan el móvil y, sujetándolo como si fueran pistolas, le hacen fotos como en una rueda de prensa, todos quieren retratarse con ella, tenemos que salir de allí. Volvemos a la casa, nos hacemos la foto de familia, nos enteramos de que al menos dos personas son profesoras de inglés, últimamente no conocemos más que profesores de inglés, no entiendo por qué no hablan con nosotros. Aunque tengo una sospecha.

De vuelta a Guwahati, vamos a comprar especias. Luego volvemos a casa, los padres entran un momento, nosotros nos quedamos con Nawaz en el coche, entre campos desiertos, la noche negra, hablando de temas sobrenaturales (todo empezó por el tipo de la peluquería, el que parecía de vudú). Nawaz nos cuenta una historia impresionante que algún día me gustaría utilizar como base para un relato. El abuelo de Nawaz murió en circunstancias extrañas, el padre de Nawaz, que entonces tenía diez u once años, fue a ver a una mujer que era medio bruja, ésta le dijo que alguien le había echado mal de ojo, pero ella sabía deshacerlo para que no afectara a nadie más. Como pago, no para ella, sino para las fuerzas sobrenaturales que le ayudaban, pidió comida. Le trajeron leche y plátanos. Al cabo de un rato, viendo que la comida seguía intacta, Ramzan, el padre de Nawaz, la probó. La leche no sabía a nada. Los plátanos tampoco. Se habían llevado el sabor...

Nos llevan a casa de un antiguo profesor, creo que de ciencias sociales, de Nawaz. Nos recibe la familia en pleno: él, su mujer, que también es profesora, pero de inglés (y, a diferencia del resto de los que hemos conocido hasta ahora, lo habla bien y tiene formación pedagógica), la hija, que tiene unos 10 años y se llama Spandita, que significa "heartbeat" ("latido de corazón" suena fatal) y el hijo pequeño, de siete años, cuyo nombre no recuerdo, pero significaba "decoración luminosa", un nombre precioso, más una prima pobre que viene de no sé dónde y vive con ellos y hace las tareas de la casa. La prima nos trae chai, agua, zumo, dulces, frutos secos... Mientras tanto, en el salón tiene lugar un ritual de alabanza mutua (son los mejores padres, son los mejores alumnos, son los mejores profesores, son los mejores hijos) que culmina con una exhibición de talentos: Spandita toca el harmonium y canta canciones en hindi y en assamés y en inglés (la canción de Titanic), bastante bien, Decoración Luminosa también toca y canta algo, con mayor timidez, luego Spandita vuelve a escena y recita un poema en inglés (bastante bien), nos trae su cuaderno de dibujos (bastante buenos) e incluso un cuadro en el que, bastante bien, ha pintado el Titanic. Por lo visto también baila y gana concursos en el cole. Decoración Luminosa nos hace una demostración de tae kwon do que consiste en dar una patada al aire y luego salir corriendo a esconderse detrás de una cortina. Al fin y al cabo, ésa es la mejor táctica: golpear rápido y escapar.

Volvemos a casa. No puedo cenar, con tanto dulce lo único que tengo es sed.

Homosexualidad despenalizada

En el periodico he leido que acaba de ser la marcha del Orgullo Gay, entre otros sitios, en Delhi. Me habria encantado verla. Inmediatamente despues, el Tribunal Supremo ha derogado el articulo 377 el Codigo Penal indio, que castigaba, entre otras "practicas inmorales", la homosexualidad. El articulo del India Express de ayer venia acompanhado de una cita de un tal Vikram Seth:

"In the strict ranks of Gay and Straight,
What is my status? Stray? Or Great?".

sábado, 4 de julio de 2009

Guwahati-Shillong, Shillong-Guwahati

Diana a las 5:30. Percibo que mi olor corporal a cambiado a causa de la dieta india, y no me gusta nada, pero nada. Los minutos indios se estiran, de modo que solo conseguimos salir de casa a las 7, cuando habiamos dicho que a las 6. Si lo llego a saber, me habria duchado. Mi colada de hace dos dias sigue sin estar seca. Para el desayuno, el padre de Nawaz nos abre sendos cocos verdes a machetazos y, con una pajita, nos bebemos el medio litro de agua que hay dentro. La madre nos trae rebanadas de pan de molde frito en mantequilla y espolvoreado con azucar. Por si nos faltaran las calorias.

Queremos coger el bus a Shillong, en el vecino estado de Meghalya, tambien perteneciente, al igual que Assam, a las llamadas "Seven Sisters", los siete estados del noreste indio, embutidos entre Bhutan, Bangla Desh y no se que mas, tendre que mirar el mapa, probablemente China. El padre de Nawaz nos lleva a la estacion. Alli, nos dejamos arrastrar por Nawaz como corderitos, sin fuerzas, sin saber muy bien lo que pasa. Resulta que nuestro bus se ha marchado, pero nos meten en otro que va a otro lado, pero pasa mas o menos por Shillong. Ania esta borde, se pelea absurdamente con Nawaz por una chorrada y luego conmigo por darle la razon a Nawaz. Asi que en el bus todos nos hacemos los dormidos.

A la hora de camino, en una cuesta, el bus se cala. Tres quejumbrosos intentos mas tarde, consigue arrancar de nuevo. En otra cuesta vuelve a pararse. Tras cinco o diez intentos, el motor ruge, pero apenas un segundo. En la cabina del conductor, la tapa abierta de la caja de cambios deja al desnudo un monton de valvulas y pistones (o algo que, por mi, bien podria llamarse asi; de mecanica no entiendo). Tras diez minutos de carraspeos, gargareos y tos seca, el motor se planta. El autobus esta lleno de humo negro. Dicen que van a mandar otro desde Guwahati.

Nos metemos en el primer dhaba (bar de carretera) que vemos. Yo me tomo un rico arroz con dhal picantito y judias verdes. Devoro con las manos, como todos los que me rodean, a pesar de que a mi me han traido una cucharilla. Fuera, un tipo panzon en gayumbos grisaceos que algun dia debieron de ser blancos se ducha con una manguera. Me tomo un par de tes que aqui llaman rojos, que no es mas que te solo, aderezado con azucar, jengibre y mas especias. Esta bueno. Total, 27 rupitas.

No sabemos cuando tardara en rescatarnos el bus suplente, asi que abordamos un Tata Sumo, un jeep que funciona como taxi colectivo. A la medida europea, supuestamente, de ocho o nueve plazas. Vamos trece personas: delante, el condu y dos pasajeros en un asiento ancho; en el medio, cinco personas (vale, una es un niho pequenho); atras, nosotros tres y el cazapasajeros-cobrador. Es decir, comodisimamente. En un adelantamiento en curva y cuesta arriba, nos abalanzamos contra otro jeep que viene de frente, ambos conductores se miran a los ojos y pisan el freno, nos quedamos a diez centimetros de la colision. Al separarnos, casi nos embiste otro jeep que viene por detras.

Paramos para ir al banho y tomar un chai. En las paredes del dhaba cuelgan cuadros con pastelosas imagenes de Jesus al lado de imagenes de algun guru. Los misioneros han cristianizado a las tribus de por aqui. Una guapa teniente de rasgos orientales y gesto de pocos amigos engulle enfrente de mi un chapati, con la metralleta descansando en las rodillas. No me atrevo a dispararle una foto, por si acaso. A la salida, una mujer atibetanada de frente profundamente arada por las arrugas escupe a la tierra una bocanada de saliva roja de betel. En un panhuelo lleva un bebe como si fuera una mochila. O es su abuela, o esta muy estropeada por el tiempo.

Arrancamos. Reviso las fotos que he hecho. El cazapasajeros se pone las gafas doradas para ver mejor por encima de mi hombro. Cuando lo miro, me descubre en una sonrisa su dentadura perfectamente negra.

Hora y pico despues, podemos desenlatarnos. Shillong: hay un lago que acabamos de dejar atras, colinas sembradas de construcciones apinhadas que a mis ojos europeos aparecen como chabolas, erroneamente, ropa de colores chillones tendida por todas partes, en muros, vallas, cuerdas, y mucha vegetacion verde. Shillong: yo diria que 47% india, 35% japonesa, 12% europea y el resto, vaya uno a saber. Relativamente limpia y ordenada. Mucha gente de rasgos achinados o mongoloides. Entre los jovenes, muchos vaqueros holgados, camisetas por fuera, tenis de patinero. Veo unos cuantos nu-metaleros, uno incluso me recuerda al cantante de Deftones, que se llama nada mas y nada menos que Chino Moreno. Veo un taxi negro y amarillo, como los de Barcelona, pero reducido (Maruti Suzuki 800) con una gran pegata de Metallica en el parabrisas. Y parejas jovenes y no tan jovenes paseando de la mano, tan tranquilas.

Pillamos un taxi amarillo y negro. Aqui no hay rikshas, dice Nawaz que por el relieve de la zona. Salimos de la ciudad y subimos hasta un mirador que se encuentra dentro de una base militar, pero la vista la tapan los arboles. El cielo nublado da una luz dispersa horrible para hacer fotos. Luego vamos a ver unas cascadas no muy altas, pero con mucho caudal de agua, y no me extranha, con lo que esta lloviendo ultimamente. El camino me recuerda la imagen imaginaria que tengo de Vietnam (aunque, en lo que a vegetacion se refiere, algunas partes podrian ser Galicia): un verde exhuberante, musgos brillantes, helechos como penachos, eucaliptos... gente de piel oscura y rasgos orientales envuelta en mantas de cuadros, hombres de bigote acarrean al lomo grandes cestas conicas sujetas a la frente mediante una tira de tela y llenas de mazorcas de maiz que, ya en la cumbre, las mujeres asaran en las brasas y venderan a los visitantes, todos indios menos nosotros. Arriba hace frio y llovizna. Nawaz y yo llevamos jersey. Ania, camiseta de manga larga, forro polar y chubasquero.

A la bajada, damos un paseito por la ciudad, nos metemos por callejuelas, hablamos con los vendedores, hacemos fotos, llamamos la atencion. A Nawaz le duele la cabeza. Vamos a la estacion, pero el ultimo bus era a las 4, son y cuarto, asi que comemos tranquilamente en un restaurante bengali. Me encanta comer con las manos, tal vez sea un disfrute infantil de la comida, segun Nawaz eso solo se hace en el este y el sur de la India, mientras que en el norte esta mal visto, probablemente porque alli no comen tanto arroz y no necesitan mezclarlo con el resto de la comida, sino que usan el chapati (pan plano y redondo) para cogerla.

Vamos a coger un Tata Sumo. Somos los primeros, pero se llena en veinte minutos. Me sorprende que las dos mujeres que han acompanhado a dos adolescentes hasta alli los besan en ambas mejillas para despedirlos. Por momentos tengo la sensacion de estar en otro pais, aun mas exotico.

Arrancamos. El camino se nos hace larguisimo, vamos embutidos, ensardinados, apenas nos caben las rodillas y los hombros, hay que turnarse para estirar alguna parte del cuerpo, se nos duermen las nalgas. Otra vez hace calor, por las ventanillas nos inunda el humo de los camiones y autobuses, circulamos a traves de una niebla apestosa, blancuzca, grisacea, negra, que dispersa la luz de los faros de todos los vehiculos para conferir mayor irrealidad a las escenas. Entre frenazos y acelerones, todos tenemos ganas de vomitar, sobre todo Ania. Intentamos matar el tiempo conversando, llegamos a la conclusion de que existen grandes similitudes entre Espanha e India: territorios con identidad historica y linguistica propias que conviven, no siempre pacificamente, dentro de un estado. Llegamos a Guwahati sudados y entumecidos, pero sin mas percances.

En el centro cogemos un bus urbano. Toda una experiencia para nosotros. Yo consigo sentarme atras, en el centro, Ania prefiere ir de pie para disfrutar mas. La puerta de atras no se cierra. El revisor nos cobra seis por cabeza. En cada parada sube mas gente. Cada vez que alguien quiere poner el pie en el suelo, la mano en la barra o donde sea, aquello parece el Enredos. Yo creo que hay algunos que levitan, porque si no, no se como caben. Desde mi sitio no alcanzo a ver no ya la cabina, sino la mitad del vehiculo, solo cabezas y cabezas. De la puerta cuelga ya un racimo de gente, se agarran como pueden, a algun saliente del bus o a alguna otra persona, mientras con la mano que les queda libre pagan puntualmente el billete. Unos suben, otros bajan, sin que el autobus llegue nunca a pararse por completo. En una parada de repente somos victimas de un abordaje. De un salto irrumpen cuatro o cinco personas, mientras otras se abalanzan sobre la escalerilla de atras y trepan al techo. De pronto oigo unos estampidos tremendos que me obligan a taparme los oidos. Un pasajero aporrea el techo con la palma de la mano. Es el timbre: quiere bajarse, para lo cual ha de abrirse paso entre los que bloquean la salida. Desde fuera, alguien golpea tambien la carroceria: es la senhal del revisor de que aun esta cobrando y no se puede arrancar.

Veinte o treinta minutos despues, nos bajamos en una rotonda a oscuras, atravesarla en plena noche cerrada mientras nos deslumbran los camiones que vienen de todas partes, pues carriles no hay, es toda una hazanha. Dos quilometros de camino a casa, esquivando de tanto en tanto minas vacunas que apenas se vislumbran en la oscuridad, pero que detecto por el olfato. Veo un par de luciernagas. Ya en casa, me ducho y me atrinchero lo antes posible bajo mi mosquitera. No tengo hambre. Me pongo a escribir. A falta de agua mineral, que se nos ha olvidado comprar, bebo la filtrada que beben ellos. Un mosquito infiltrado muere aplastado entre mi mano y mi brazo. Alguno ha debido de pasarseme, porque por la noche algo me pica.

viernes, 3 de julio de 2009

Guwahati

En la estacion de Guwahati nos esperaban los padres de Nawaz y un primo. El se fue con todo el equipaje en una riksha a casa y el resto en coche a cenar a un dhaba, un restaurante de carretera. Recupero la fe en la comida india, nham...

Aqui tambien llueve. Llegando a casa de Nawaz, veo una luciernaga, algo que nunca habia visto. Ya en la casa, una cuqui del tamanho de mi oreja. La madre nos trae una especie de mus de mango casera, deliciosa y fresquita. La ducha no funciona, porque no la usan. Con cubos, me lavo con agua fria. Nuestras camas estan protegidas por sendas mosquiteras, y con razon. Fuera se oyen ranas y grillos. A dormir...

El primer dia me despierta la lluvia. Al principio no estoy seguro, porque la tapa un poco el ruido del ventilador. Pero si, llueve a cantaros. Nos levantamos. El desayuno, pesado, destaca un pulao (arroz frito en ghee, una especie de mantequilla) riquisimo. A pesar de eso, estamos sin fuerzas. No se si tendra que ver la altitud. Hoy Nawaz conduce el coche familiar, nos acompanha la madre. Nos llevan a ver un mandir (templo hindu) muy bonito, blanco, de arquitectura al estilo del sur, y unos jardines donde hay un museo de Assam con telas e instrumentos de diferentes tribus, pero nos da todo bastante igual. Por el camino, una cabra kamikaze se lanza de frente contra nuestro coche, Nawaz frena, pero no consigue evitar del todo el topetazo, Ania y yo nos quedamos helados, la cabra sale correteando como si nada, pero tiene sangre en la cabeza. Yo tengo que cambiar dinero, me llevan a la oficina de seguros donde trabaja el padre de Nawaz, insisten en presentarnos al jefe, que lleva una camisa azul y unas gafas doradas, tiene el pelo blanco y los dientes negros y habla bastante bien ingles, pero la conversacion no avanza mucho.

Por la tarde vamos a una aldea donde vive la hermana mayor de la madre de Nawaz, que hace tiempo sufrio una hemiplejia, pero parece que ya esta mejor. Nos reciben todos sus hijos, muy majos, nos llevan de paseo por la aldea, la gente nos mira como si viera extraterrestres. Entramos en casa de un primo de no se quien, pero apenas aguantamos tres minutos sentados, los mosquitos nos acribillan de tal manera que enseguida nos escuece todo el cuerpo, pican incluso a traves de la ropa, pican incluso en las plantas de los pies (en las casas estamos descalzos), y eso duele. Volvemos a la casa de nuestros anfitriones, nos ofrecen fruta, pinha, jackfruit, que es una fruta que no se si tiene nombre espanhol, en Brasil le dicen jaca, es como una calabaza verdiamarilla de piel rugosa, como con pinchitos, parece un huevo de dinosaurio o algo asi, pero no me gusta su sabor ni su textura, se adhiere al paladar y a la garganta. Nos traen tambien chai y un curioso arroz con coco rallado que creo que me gusta mucho, aunque todavia no lo tengo claro. Y malpua, tambien llamado sweet pakora, una masa frita que me recuerda un poco a los churros espanholes. Y, dado que estamos en la tierra del betel (betelnut, lo llaman ellos), nos lo dan a probar: traen un fruto que parece un datil grande, en el centro tiene una semilla que es como una nuez, pero roja, y dura, tiran el fruto, pero cortan la semilla en cuatro cuartos, yo mastico uno, no me sabe a nada, es como masticar una cascara de nuez, no le veo la gracia y voy afuera a escupirla. Me desilusiona ver que mi saliva no sale roja, se ve que hay que anhadirle algo mas para conseguir tan vistoso efecto. Nos hacemos unas cuantas fotos con la familia al completo, la hermana paralitica esta sentada en el centro de la cama, rodeada de los demas, alguien me pone su brazo alrededor del cuello para la foto, que blancos somos Ania y yo en comparacion con ellos. Se va la luz y nosotros tambien.

Cenamos en casa de Nawaz: chapati, pulao (arroz frito), judias... A la mesa estamos sentados Nawaz, su padre, Ania y yo. Nos sirven la madre y la hermana de Nawaz. No entendemos por que no comen con nosotros. Intentamos invitarlas, pero no entienden por que queremos que se sienten.

Mi colada sigue sin secarse. Me cuesta dormirme, las picaduras escuecen, las de las plantas de los pies duelen un monton.

El segundo dia tambien amanece lloviendo. Nos tomamos un chai y, mientras la madre prepara un desayuno indio, Ania hace un zurek (una sopa agria polaca que se ha traido en sobrecitos) e intentamos juntarlos a todos a la mesa, cosa que resulta complicadisima y totalmente forzada. Lo conseguimos a medias y solo durante un rato. El desayuno a base de zurek, bread pakora y arroz mezclado con una especie de toffee resulta la mar de exotico. Creo que para todos.

Hoy la madre se queda en casa, cuidando a un "primo" (no se de quien) que vive con ellos y que se ha puesto enfermo, mientas el padre nos hace de chofer. Se llama Ramzan (algo que no averiguare hasta el ultimo dia de mi estancia en Guwahati, cuando me de su direccion), es pequenhito y muy simpatico, y habla un ingles muy divertido. Creo que mi frase favorita de las que le he oido es: "slip possibility is there", que viene a significar "cuidado, no os resbaleis". Viene tambien la hermana de Nawaz, cuyo nombre no recuerdo, porque es rarisimo (para mi), pero la llaman Nina. Vamos a ver los "tea gardens", al fin y al cabo Assam es famoso por su te. Todo el tiempo llovizna y la luz dispersa es horrible para las fotos, o sera que yo no se aprovecharla. Una pena, porque la carretera, de un solo carril asfaltado y arcen de tierra a ambos lados, discurre entre campos verdes, plantaciones de arroz, montanhas al fondo, bosques de beteleros, bananos y palmeras de diverso tipo. Me encantan los rectangulos donde se siembra el arroz, sobre todo cuando tienen brotes frescos, manojos de hojitas tiernas de un color verde fosforescente, o cuando tienen tanta agua que reflejan el cielo y las nubes y las montanhas del fondo: una parcelita al lado de otra, cada una de una tonalidad, como unos vaqueros que me compre en Londres cuando tenia veinte anhos y me gustaba llevar ropa diferente, y me costaron todos mis ahorros, y eran de mujer y me quedaban grandes, y luego descubri que eran made in Spain, solo que mis pantacas eran azules y los campos, verdes. Vamos haciendo eslalom (me niego a escribir eslalon, como manda la RAE) entre vacas, cabras, rikshas, baches. Vemos plantaciones de te, pero me llaman mas la atencion las de betel. Son unas palmeras (ellos afirman que no, pero para mi lo son) altisimas, de tronco gris, fino y alargado, coronado por un penacho alborotado de hojas anchas, pero no demasiado largas, bajo las cuales penden racimos de frutos anaranjados que parecen mangos pequenhos o, como he dicho antes, datiles grandes. Un bosquecillo de beteleros es algo impresionante. Por eso insisto en parar al lado de uno. Toda la aldea sale a vernos. Ramzan abre la verja de bambu de una casa y habla con la mujer que hay al otro lado. Nos dan permiso para entrar. Hago fotos a contraluz de los troncos desde abajo con el gran angular. Luego la familia nos invita a entrar en la casa, nos traen te y pastas, pero no se sientan con nosotros, solo un hombre que dice que es militar y esta destinado en Srinagar, y luego aparece un chico y empieza a hablar con Nina y resulta que iban al mismo cole y tienen un amigo en comun.

Volvemos a Guwahati, esquivando vacas indiferentes. Me llevan a una tienda de musica porque quiero comprarme un dhol o, en su defecto un dholak, instrumentos ambos de percusion que se cuelgan del cuello y tienen una membrana a cada lado, uno se toca con las manos y otro con palos, pero al final acabo comprandome un khol (no confundir con el ex canciller aleman), que no se en que se diferencia, pero suena guay y cuesta solo cuatrocientas rubias con funda y sin mucho regateo. Luego compramos un coco verde cada uno a un tipo que los tiene amontonados en la calle, nos los abre a machetazos y nos da una pajita, tienen un monton de aguita rica. Despues damos una vuelta en coche y vamos a ver el Brahmaputra, el rio que atraviesa la ciudad (el unico, por cierto, de genero masculino en la India), nace en territorio chino y desemboca ya en Bangla Desh, en las partes mas anchas alcanza los cinco quilometros, Guwahati no es una de ellas, pero aun asi impresiona. Y mas con los reflejos plateados del atardecer. O con la luz rosada de la puesta de sol. Despues vamos al mercado, Nina y Nawaz acomapanhan a Ania a comprar trapitos y Ramzan me lleva a mi a lo mismo, pero de otro modo: quiero un lungi, una especie de falda que se anuda a la cintura y que he visto que Ramzan y el primo misterioso usan para andar por casa, dicen que para salir a la calle no, pero hay gente que si, yo no pretendo salir a la calle con lungi, y menos en Polonia, pero para estar en casa es muy comodo. Por el camino de vuelta empieza a diluviar. Por fin consigo que me lleven a un ciber (en el que, por cierto, hay que quitarse los zapatos para entrar, pero yo no me doy cuenta y entro con las botas embarradas), pero solo me conceden tres cuartos de hora, porque al dia siguiente hay que levantarse temprano.

Ya en casa, mientras esperamos la cena los mosquitos van tomandome de aperitivo. Entre Nina y Nawaz le hacen a Ania en las manos unos disenhos de henna bastante horribles. No puedo dormir de lo que me escuecen las picaduras. Al coro de ranas y grillos del otro lado de la ventana se unen, ya dentro, varios lagartos solistas que se contestan unos a otros desde nuestro dormitorio hasta la entrada. Nunca habia oido la voz de los lagartos. Tiene algo de pajaro amazonico, algo de mono y algo de ciguenha. O recuerda al ruido que hacemos con la lengua cuando nos gusta la comida. Espero que se esten dando un atracon de mosquitos y los esten disfrutando.

miércoles, 1 de julio de 2009

Cruzando la India

Mientras Nawaz y Debu terminan de despedirse (a oscuras, pues aun no ha vuelto la corriente) de los que han sido sus companheros durante varios anhos de estudios, llega el taxi, que resulta ser un jeep. Es la una de la madrugada. A duras penas cabemos los cuatro pasajeros mas el equipaje: Ania y yo llevamos dos mochilas cada uno, pero Nawaz y Debu, como ocho bultos por cabeza.

Sigue lloviendo, por ratos a cantaros, la carretera es como un rio, hay que cerrar las ventanas para que las salpicaduras de los camiones no nos inunden. Los doscientos cincuenta quilometros quilometros que nos separan de Delhi duran como seis horas. Sorprendentemente, consigo dormir durante la mayor parte del viaje, aunque la cabeza se me golpea contra todo lo posible. El viaje es como un suenho: la lluvia en los cristales, el agua que salta bajo los neumaticos formando olas que se alejan o se acercan a nosotros, la cara del sikh que conduce iluminada de tanto en tanto por los faros de otros vehiculos, los adelantamientos inverosimiles y acrobaticos que me dejan indeferente, los indicadores verdes reflectantes en tres idiomas, ingles, hindi y punjabi, pero no logro distinguir el orden de los dos ultimos alfabetos, para mi identicos.

Llegamos a Delhi ya despues del amanecer. El jeep nos deja en la estacion de Nueva Delhi, Debu sigue su camino, nosotros tres nos las apanhamos con el equipaje a traves del caos multicolor, del hormiguero, del ruido, de los empujones. Esperamos dos horas. Esta vez nuestro tren sale puntual.

Nuestro tren. En teoria, 34 horas. Hasta Guwahati, capital de Assam, hay mas de dos mil quilometros. Hacemos apuestas para ver con cuanto retraso llegaremos. Nawaz dice que a tiempo, Ania que dos horas, yo que cinco. Vamos en clase "sleeper trier", es decir, en cada vagon hay una especie de compartimentos abiertos que a un lado del pasillo tienen dos camas y al otro seis. El aire acondicionado esta tan fuerte que hay que abrigarse para dormir. Pero las literas son bastante comodas. La comida que reparten, incluida en el precio del billete, esta bastante buena. Nawaz va en otro vagon, pero sus bultos estan repartidos, ocupando todo el espacio posible y mas. Sonreimos y los pasajeros de nuestro pseudocompartimento no protestan, aunque deberian. Nos pasamos la mayor parte del viaje durmiendo. El resto, comiendo. Al final la apuesta la gana Ania. Pero el viaje, contra todo pronostico, no se nos ha hecho largo. En total han sido como 44 horas desde que salimos de Chandigarh. Aunque en realidad me da lo mismo.

domingo, 28 de junio de 2009

Sonrisas gratis

Ya lo he mencionado varias veces en las paginas de este diario, pero una de las cosas que mas me llaman la atencion en la India es el hecho de que las sonrisas sean gratis. Comparo con la Europa a la que yo estoy acostumbrado, donde una sonrisa parece tener siempre una causa o un proposito. Aqui no: la sonrisa forma parte del lenguaje mas basico, es algo natural y directo y tarda en apagarse. Reconozco que no he estudiado como funciona la sonrisa entre los indios, quiza no la prodiguen tanto, pero hacia nosotros, forasteros, es constante.

Y, claro, como contestar a una sonrisa si no es con otra. Aqui voy redescubriendo el placer de sonreir porque si. Con la ventaja anhadida de que el camino es reversible: del mismo modo que el bienestar provoca la sonrisa, la sonrisa provoca el bienestar; la mente influye sobre el cuerpo y viceversa, de modo que el circulo se cierra, se traza el menos vicioso de los circulos viciosos. Las endorfinas, chindorfinas o comoquiera que se llamen circulan con prodigiosa fluidez. Son una droga poderosa. Y adictiva. A ver como llevo el sindrome de abstinencia cuando vuelva a Varsovia. Ojala consiga introducir nueva energia en el sistema.

Como digo, para conmigo, como forastero, la sonrisa es el pan nuestro de cada veinte segundos. Uno de los atributos del guiri, y mas en mi caso, es la camara de fotos. Y los indios tienen una aficion tremenda a las fotos. Todos los dias hay gente que me pide que le haga una foto, o nos hace una foto a nosotros, o le pide a algun acompanhante que le haga una foto junto con nosotros, generalmente con el movil. No se muy bien cual es la causa de este fenomeno, aunque tengo mis teorias al respecto, de las que hablare mas adelante. En cualquier caso, si en mis fotos de este viaje he retratado ya como a cuatrocientos o quinientos indios, no exagero en absoluto si digo que aparezco en las fotos de otros tantos, como minimo. Y, claro, la sonrisa es moneda de cambio: sonries cuando pides permiso y cuando das las gracias, te sonrien cuando te piden permiso y cuando te dan las gracias, te sonrien cuando posan (aunque no siempre, a algunos les gusta salir dignisimos), sonries cuando posas (aunque no te apetezca, pero ?que te cuesta hacerles felices?). Y, tras unas horas con la camara a cuestas en cualquier lugar publico, de tanta sonrisa y tanta chindorfina uno acaba entrando en trance, acaba drogado, asonrrisado. Mola. (Aunque lo de que te hagan cientos de fotos en un dia cansa mogollon.

Learn to travel, travel to learn

El otro dia, en el autobus que nos llevaba de Srinagar a Jammu, me hizo mucha gracia ver, en la mampara que separaba al conductor de los pasajeros, un letrerito que rezaba: "Learn to travel, travel to learn". La verdad es que en India he visto un monton de maximas de este tipo, incluso en la carretera (tipo: "life is short, why make it shorter?"), cuya ingenua sencillez me obliga a sonreir. Pero la del autobus venia muy al caso y me dio que pensar.

Primero, "learn to travel". Porque, ?es que sabemos viajar? ?Viajar es algo evidente? ?Requiere una tecnica? ?Es aprendible? ?Hay diferentes modos de hacerlo? Afirmo que si, que hay diferentes modos, y esto esta relacionado con la segunda parte, que es la que mas me interesa ahora mismo.

Entonces: "travel to learn". ?Se aprende viajando? Quiero decir: ?es esto posible y, en caso afirmativo, es frecuente? ?Viajar, de por si, ensenha? Hm...

Recomiendo la lectura del articulo "Viajar no sirve para nada", de mi admirado amigo Miguel Salas. Es un fantastico punto de partida para la polemica. Me gusta mucho la forma de escribir y de argumentar de Miguel y no puedo sino estar de acuerdo con la mayoria de lo que dice. Pero hay matices y salvedades.

La primera vez que estuve en la India, aun queriendo evitarlo, fui basicamente turista. Esta segunda vez me considero mas viajero, incluso explorador, aun sabiendo que entre ambos extremos existe un continuum de proporciones y que, en el mundo actual, es dificil ser explorador al 100%.

Para no entrar ahora en discusiones (interesantisimas, pero demasiado largas para mi proposito), empezare por afirmar mi tesis. Tal vez no siempre viajar ensenhe, pero viajando se puede aprender, y mucho.

Alguien como yo llega a la India y, por mucho que haya leido o visto sobre ella, sufre un choque a diversos niveles. Entre las reacciones posibles a semejante choque caben la fascinacion ("que colores hay en la India!", "que rasgos tan bonitos tienen!", "hala, que pasada el Taj Mahal!") y el asombro ("no sabia que uno pudiera sudar tanto") o el rechazo ("cuanta suciedad", "cuanta pobreza", "mira como conducen", "no tienen aceras como Zeus manda"), etc. La primera opcion es siempre mas agradable que la segunda y mas facilmente aplicable a las cosas perceptibles mediante los sentidos, a todo lo que consideramos pintoresco, mientras que la segunda, que podriamos resumir como "estan locos estos romanos", atanhe a las realidades idiosincrasicas de la otra cultura, que nuestro razonamiento no consigue comprender. Sin embargo, ambas son reacciones de extranhamiento, de distanciamiento. Hablamos en tercera persona, separando el "ellos" del "nosotros" o del "yo". Establecemos una contraposicion, yo no formo parte de esto, lo que ellos hacen es raro, lo mio (al menos inconscientemente) es mas logico y, por lo tanto, mejor. Estan locos estos indios.

Quien se enfrente de tal manera a la cultura "ajena", poco lograra aprender, como mucho algun que otro dato estadistico o alguna curiosidad o anecdota para contar a sus conocidos a la vuelta del viaje exotico. No siempre es facil escapar a este tipo de juicios, porque, a diferencia de los ninhos pequenhos, nuestra valoracion del mundo viene condicionada por todo nuestro bagaje cultural.

No siempre es facil, pero (al menos en una medida satisfactoria) se puede salir de esa categorizacion. Hay que estar lo suficientemente abierto para intentar comprender las cosas desde dentro y, especialmente en un lugar como la India, no filtrarlo todo por el intelecto, dejarse llevar por la corriente y, en la medida de lo posible, convertirse en uno de "ellos", para ampliar nuestro "nosotros". Al fin y al cabo todos somos seres humanos.

Por eso el punto de partida de este segundo viaje era totalmente diferente al del primero. Queriamos evitar el circuito turistico, pasar mas tiempo en los sitios (esto en concreto se podria mejorar todavia, pero hay tantas posibilidades que cuesta renunciar), relacionarnos con los indios, dando preferencia a los lugares donde tenemos algun contacto indio, prescindir de las comodidades a cambio de vivir la realidad de los habitantes, y no la de los turistas... Y creo que lo estamos consiguiendo, al menos en tanto se puede conseguir en un viaje de tres semanas.

Hemos venido aqui abiertos, deseosos de conocer. Y estamos conociendo. Nos hemos topado ya con bastantes personas dispuestas a aclararnos cosas incluso sin que se lo hayamos preguntado. Curiosamente, casi todos son sikhs: Tejinder, el que conocimos en el Golden Temple de Amritsar; Indi, con el que pasamos un dia en los alrededores de Srinagar; el pariente de Kevin que me ha soltado la parrafada filosofica esta tarde... Pero tambien otra gente como Devesh, nuestro fantastico anfitrion en Delhi, al que conocimos mediante Couch Surfing. Muchos de ellos, ademas, exhiben una gran voluntad de aprender y una admirable consciencia de las diferencias y la unidad, algo que va mucho mas alla de la tolerancia (palabra que no me gusta, pues para mi significa "tolerar lo de los otros, aunque no me guste", es decir, de nuevo la separacion, aunque sea sin violencia).

Pero hay mas. Un viaje como este te arroja de cabeza a contextos inesperados, te obliga a desenvolverte en situaciones en las que nunca antes habias estado, te ves a ti mismo funcionando en funcion de otros parametros, reaccionando a estimulos nuevos, abandonando rutinas de toda la vida, hay cosas que tienes que aprender desde cero, como un ninho, cosas que tienes que aceptar sin mas, como un ninho. Si, durante un viaje asi te vuelves otra vez un ninho, redescubres la curiosidad, el placer de aprender. Sobre todo, de aprender sobre ti mismo.

Si el viaje, encima, es a la India, descubres cosas como que la curiosidad es algo natural, que la sonrisa es gratuita y constituye un medio de comunicacion infalible... o que la mejor manera de disfrutar es no esperar nada concreto y dejarse llevar por lo que venga... Verdades simples, pero verdaderas.

Aunque tal vez el momento mas importante del viaje sea la vuelta. Cuando llegas al lugar en el que vives, cuando vuelves a tu vida diaria y la ves con otros ojos, ojos dispuestos a sorprenderse, a admirar. Cuando, desde la distancia, te percatas de que tu vida es esa, pero podria ser otra, ni mejor ni peor, simplemente diferente. De que, por eso mismo, de nada vale sonhar con "lo que podria ser si...".

(Me acabo de dar cuenta de que hace tiempo trate ya este tema en otro espacio. Aunque el estilo y el punto de vista de aquel texto no son identicos a los de este diario, el contenido esta muy relacionado, de modo que considero procedente copiar a continuacion la cita mas significativa: A veces me pregunto si el sentido real de los viajes no será el viaje de vuelta. Cuando uno se va, desconecta de la realidad a la que pertenece. Todo, bonito o feo, bueno o malo, mejor o peor, es diferente y lo absorbemos con los sentidos bien alerta. Es a la vuelta cuando uno, si mantiene los ojos igual de abiertos, confronta la que hasta entonces había sido su realidad cotidiana desde una perspectiva nueva. Es a la vuelta cuando uno puede ser realmente sensible a lo que le rodea, ya sea para criticarlo, ya para apreciarlo o, simplemente, para percibirlo de forma consciente. Desde que me di cuenta de ello no sólo me gusta irme de viaje, sino también volver a este lugar que cada vez considero más mío. Y, paralelamente, mis viajes no son ya una huida.)

Y mas Chandigarh

Anoche cai como una piedra. Nawaz llego tarde, encendio la luz, me trajo para beber agua "filtrada" (me moria tanto de sed que no estaba como para exigir agua mineral, imposible de conseguir alli a esas horas), estuvo trabajando en el ordenador hasta las mil, luego se levanto temprano, todo eso lo percibi, pero me dio igual.

Me levante sobre las 10, hice la colada, habia quedado en llamar a Ania, pero estaba sin credito en el movil, al ser domingo me costo un rato encontrar algo abierto. Por fin recargue el movil y quedamos en el centro. Tuvimos que meternos en algun sitio con aire acondicionado huyendo del calor. El hormigon que compone Chandigarh hacia que los 45 grados de hoy fueran aun mas asfixiantes.

Cuando por fin bajo un poco el calor estuvimos paseando sin rumbo fijo, nos metimos por en medio de un mercado, hoy el ambiente entre nosotros estaba mucho mas relajado que ultimamente. Se ve que nos hacia falta descansar y pasar al menos unas horas separados. En el mercado nos reconocio un tipo que nos habia visto en Srinagar.

La madre de Kevin habia venido expresamente desde Ludhiana para darle a Ania unas cosas para el, asi que quedamos con ella en un bar. Vino acompanhada de un pariente de camiseta amarilla, turbante blanco y ojos rojos. No tomaron nada. Ella estuvo hablando con Ania, insistio en que si cambiaba de opinion y se casaba con Kevin, la familia la aceptaria. Mientras tanto, el se puso a darme una charla bastante alucinante, que intentare resumir a continuacion. Que el tesoro de la india son sus libros sagrados, que en ellos esta contenida toda la sabiduria, que es una pena que los indios los lean, pero no los entiendan, que no sepan aplicarlos, que los europeos si saben aplicar lo que leen, que entender un texto no significa saber aplicarlo, del mismo modo que tener la receta de un plato no significa tener el plato, que la mejor forma de darse cuenta de la unidad del todo es dedicar cinco o diez minutos antes de dormir a observarse uno mismo, concentrarse en la respiracion, meditar, que todos tenemos varios niveles, pero estamos acostumbrados a funcionar en el mas bajo, el de las pulsiones sexuales, que la meditacion nos hace ascender por esa escala, y que, como solo tenemos quince o veinte minutos para hablar, el quiere compartir conmigo ese tesoro de sabiduria, ya que todos somos uno, para que yo despues pueda compartirlo con otros. Me hace gracia que en los ultimos tiempos tanta gente me este insistiendo en que medite, habra que hacer caso de las coincidencias e intentarlo. La madre de Kevin se despidio de Ania con un abrazo, a mi me hizo un gesto juntando las manos. El sikh de amarillo me dio un abracillo de despedida, mientras que a Ania solo le dedico el mismo gesto que la madre de Kevin a mi.

Buscamos una riksha para volver a la residencia, nos topamos con el mismo rikshero de hace una semana, como si no hubiera mas rikshas en esta ciudad, pero quiso cobrarnos demasiado y fuimos con otro. Y poco mas por hoy, un dia en el que lo mas destacable ha sido el calor y el sudor, la aparente reconciliacion tacita con Ania y la charla filosofica del pariente de Kevin, que ni siquiera se presento.

[Por cierto, mientras escribo esto me ha visitado, al igual que ayer, una lagartija blanca, no se si sera la misma.]

sábado, 27 de junio de 2009

Mas Chandigarh

Me paso la manhana pegado al ordenador de Nawaz, que anda por ahi liado, esperando a Ania. Aprovecho para hacer la colada. Por fin aparece. Vamos a comer con Nawaz y sus amigos, muchos de los cuales fueron companheros de Ania durante el mes que estuvo aqui el anho pasado con una beca. El ambiente, tanta gente de piel oscura sentada en torno a un par de mesas de plastico en un patio, a la sombra de enormes arboles con frutos que desconozco, me recuerda mi estancia en Brasil, cuando di clase en la Universidade Federal de Sao Carlos en el anho 2000.

Luego Ania me lleva al Rock Garden, un curioso lugar proyectado por un visionario, donde hay paredes hechas de diversas rocas artificiales, estatuas de estilo entre tribal y naif compuestas de materiales reciclados (desde azulejos hasta pulsera india, pasando por antiguos enchufes de ceramica), cascadas, columpios y muchos indios paseando. La atmosfera empieza siendo tensa, pero luego se va relajando hasta alcanzar una neutralidad que, la verdad, tampoco me convence. A ver como se desarrolla el dia de manhana. Luego vamos a dar un paseo junto a un lago lleno de patines de esos de pedales, cada uno de un color diferente. Ania tiene que volver a su alojamiento sobre las ocho, ya que a partir de esa hora las chicas no andan solas por la calle. Yo me quedo haciendo un par de llamadas telefonicas, aunque no consigo contactar con casi nadie.

Ceno solo en la residencia de estudiantes. No consigo comprar agua embotellada, todo esta ya cerrado, el tipo de la cantina me da agua del grifo, asegurandome por gestos que es la misma que bebe todo el mundo. Ya veremos. Por el pasillo oscuro de la residencia huye una sombra agil. Espero que sea una ardilla de las que abundan por aqui. Escribo estas lineas observado desde la pared por una lagartija blanca que cuento con que este hambrienta, porque mosquitos para comer no le van a faltar.

Me voy a ir acostando, estoy muerto...

Torpeza

Que gracia, hace un rato, mientras estaba escribiendo la entrada anterior, escuche a alguien tocando "Sweet child o' mine", de Guns'n'Roses, en la guitarra electrica, subi por el pasillo y me meti en la habitacion de un chaval, tenia otra guitarra y estuvimos un rato tocando los dos juntos. Lo que menos me esperaba en la India era eso...

Pero queria hablar de otra cosa. De mi torpeza.

Al final me voy a quedar esta noche en la habitacion de Nawaz, porque no hay muchas opciones de alojamiento. Asi que aqui estoy. Voy al banho a lavarme y me llevo el neceser, la bayeta que uso de toalla para ahorrar espacio y la bolsita de plastico donde transporto el papel de combate y las toallitas humedas. No hay colgadores, me quito la ropa pegajosa y la dejo en una repisita. Luego, cuando la recoja, aparte de la mugre que ya tenia, estara llena de polvo. Al accionar la manija de la cisterna, se desprende (no, la cisterna entera no, menos mal, solo el pedacito de plastico), rebota contra la taza (aunque aqui, mas que de taza, habria que hablar de plato) y se cuela por el agujero. Voy a lavarme los dientes, una necesidad urgente despues de tantas horas (ayer, listo que soy, tenia el neceser en el fondo de la mochila grande, que iba en el techo del autobus), pero me he olvidado la botella (no, no es exageracion, muchos indios usan agua mineral para lavarse los dientes. Para afeitarme no tengo espejo, asi que lo hago valiendome del tacto (todavia no se cual ha sido el resultado, ni si quiero saberlo). Me meto en la ducha, pero de la alcachofa no cae ni una gota de agua. De uno de los dos grifos de abajo, a la altura de mi cadera, pero, evidentemente, no me he traido un cubo para recoger el agua ni, mucho menos, la jarrita con la que uno toma el agua del cubo y se riega. Parece mentira que lleve tanto tiempo aqui...

Ania se va a quedar en otro sitio. Viene en breve a buscarme, asi que voy a hacer la colada primero. Algo me dice que este dia no va a acabar bien entre nosotros.

26 horas de viaje

Nos acostamos tarde, y casi no consigo dormir pensando en el futuro de este viaje. Al amanecer los pajaros cantan y revolotean como si estuvieran dentro de nuestra habitacion. Al fin y al cabo, de ellos y del lago solo nos separa la malla mosquitera de las ventanas.

Diana a las 5. Shikara a la estacion. Bus a Jammu a las 7:30. Trescientos quilometros en doce horas, por una carretera sinuosisima bordeada de tantos arboles como militares a su sombra, igual de firmes que ellos. Con una cuerda y unas pinzas, ante la mirada atonita del resto de los pasajeros, monto en el pasillo un tendedero para mis calcetines. Intento dormir, pero solo logro evaporarme un poco, intento escuchar musica. En una parada desayuno arroz blanco insipido con lentejas frias picantillas, no me quieren cobrar. Por fin hablo con Ania, los dos sentimos la tension y no sabemos la causa, pero parece que despues la cosa se relaja, la segunda parte del viaje vamos hablando de cosas personales. De momento parece que no nos vamos a separar, aunque la prueba de fuego seran los proximos dias. Esperemos que consigamos descansar.

Llegamos a Jammu a las siete y pico de la tarde, el revisor del bus se encarga de dejarnos donde podemos pillar el siguiente. Compramos "sleeper" con aire acondicionado. Son unos buses graciosisimos, llevan literas dobles en vez de asientos y casi no son incomodos. Nos da el tiempo justo a comer algo y asearnos un poquito. Arrancamos a las nueve y media. En el bus hace tanto frio que no conseguimos dormir. Cerramos las toberas del aire, pero este se escapa por otra mil rendijas. Yo duermo (es un decir) con sudadera y capucha, Ania con sudadera, forro polar y chal, pero no para de moverse. Un tipo ronca sin parar justo en la litera de al lado, menos mal que mis fieles cascos cumplen su funcion, si no musical, al menos aislante. Llegamos a Chandigarh, como no, con retraso, a las 6:30, riksha a la residencia de Nawaz, pero es demasiado temprano para despertarlo, un portero nos abre el salon de invitados y dormitamos en sendos sofas hasta que aparece Nawaz. Desayunamos. En la residencia no nos podemos quedar, porque los encargados de gestionar las habitaciones de invitados ya se han ido. En el albergue cercano tampoco hay nadie que pueda decidir. Nawaz se lleva a Ania en moto para buscar alojamiento en la ciudad, mientras yo me quedo en su habitacion escribiendo esto.

Despues de 26 horejas de viaje, de sudor, de polvo, de asientos y camas pegajosos, necesito una ducha como nunca antes. No se si luego iremos a dar una vuelta o a dormir, aunque por el bien de nuestra convivencia quiza sea mejor lo segundo.

El plan es quedarnos un par de dias aqui mientras Nawaz, que acaba de terminar la carrera de arquitecto defendiendo su proyecto final, recoge todas sus cosas, y luego ir con el, via Delhi, hasta su ciudad natal, Guwahati, en Assam, al noreste, al otro extremo del pais. Unas cuantas horas en bus hasta Delhi y, a continuacion, 28 horas hasta Guwahati, aunque conociendo los horarios indios pueden acabar siendo 40...

jueves, 25 de junio de 2009

Srinagar y Parihaspora

Esta claro que hemos calculado regular el tiempo. Claro que a ello se anhaden los no-del-todo-imprevisibles retrasos... El caso es que para esta parte de Cachemira nos han quedado dos dias enteros, mientras que entre ir y llegar se nos van otros dos... Y no nos da tiempo a hacer una de las cosas (supongo) mas interesantes que se pueden hacer aqui: una excursion a las montanhas, el comienzo de los Himalaya, el K2... Quedara para otra ocasion.

Han sido dos dias totalmente diferentes. Ayer en Srinagar nos sentimos como turistas, hoy en Parihaspora, como exploradores.

Srinagar, la capital de verano de Cachemira (la de invierno es Jammu) se caracteriza por estar situada al pie de los Himalayas y tener en el centro un enorme lago de agua lisa como un espejo. Ahora que esta mas tranquila que hace una temporada, vuelve a ser un centro de turismo, sobre todo indio. Lo tipico es que los visitantes se alojen en un houseboat, que son barcazas de madera que funcionan como pensiones y suelen tener bonitos porches de madera labrada. Se llega a ellas en shikara, que es como una canoa casi plana con un solo remo. Estos dias coincide que hay una yatra, peregrinacion hindu a un templo que hay en un monte que domina la ciudad, de modo que la ciudad esta hasta los topes.

Ayer. Diana a las 5, a las 5:30 nos viene a buscar una shikara para llevarnos al mercado flotante de verduras y flores, que es un espectaculo bastante curioso, pues en pleno lago se junta un monton de canoas cargadas, algunas hasta lo inverosimil, de verduras, algunas desconocidas para nosotros, o de flores, semillas y otras cosas. Lo curioso es que, o yo no me di cuenta, o alli nadie compraba ni vendia, los tipos daban vueltas en sus canoas abriendose paso con habilidad increible entre las demas, mientras unos cuantos turistas sonholientos miran aquello sin mucha fascinacion. Nosotros eramos los unicos forasteros en una canoa normal, los demas iban en una especie de gondolas con tejado, donde uno puede recostarse y moverse sin temor a volcar, tapaditos con mantas. Habian pagado al menos cien rupias por ello, es decir, diez veces mas que nosotros. El espectaculo fue curioso, pero me esperaba mas colorido y movimiento. La luz gris del amanecer no me ayudaba mucho a la hora de hacer fotos.

Volvemos al houseboat a desayunar y hacer el equipaje, dispuestos a buscarnos un alojamiento mas barato (una vez cumplido el capricho del houseboat) y que no nos obligue a depender de las shikaras. Ya estamos saliendo por la puerta cuando el duenho nos convence para quedarnos. Su argumento: mil rubias por tres noches, cuando su hermano pretendia cobrarnos setecientas por una.

Otra shikara. Vamos a la estacion de buses a comprar los billetes de vuelta a Jammu, luego a la oficina de turismo y, seguidamente, a contratar una autorriksha, con la mediacion de diez personas que se reunen a nuestro alrededor, incluido un policia de ojos azules. Si, los cachemiros son famosos por tener la piel mas blanca que en el resto del pais y los ojos de un extranho azul acuoso que a veces ni parece humano. Por 550 rubias el rikshero acepta llevarnos todo el dia. Primero, por una cuesta que se hace eterna, al templo hindu donde tiene lugar la yatra, la peregrinacion. Cerca de la cumbre, el atasco es tan solido que ni la agil riksha consigue abrirse paso. Llegamos a pie. Como corresponde a Cachemira, las medidas de seguridad son severas. O eso parece. No se puede entrar con moviles ni camaras. Un militar altisimo, y mas para ser indio (aunque parece que aqui mandan a los mas grandes), me hace subirme a dos piedras para cachearme (supongo que a fin de no tener que agacharse diez mil veces al dia), me pregunta que llevo en la mochila, me saca el movil del bolsito que llevo a la cintura, me dice que se lo deje a nuestro guia y se queda atonito cuando le digo que no tenemos guia, me manda a la garita donde cachean a las mujeres y nos permiten a Ania y a mi dejar el movil alli, yo sonrio a diestro y siniestro y nadie se acuerda ya de mi mochilon, asi que entro con el, subimos como trescientos escalones empinados, hacemos cola como los aborigenes, subimos mas escaleras, esta vez bien estrechitas, pasamos por un arco, tocamos una campana, entramos en un cuartito en cuyo centro hay un dios con guirnaldas, billetes, ofrendas en forma de caramelos, giramos en torno a el, salimos, bajamos y nos vamos, huyendo de nuestros admiradores, que no paran de preguntarnos "where from you?", uno me ofrece "I want to make friendship with you", o algo parecido que le hago repetir porque no doy credito a mis oidos.

Seguimos el recorrido turistico: unos jardines bastante poco interesantes, otros mas grandes y bonitos, pero llenos de turistas indios que no nos dejan ni respirar, en un momento en el que yo me paro a hacer fotos a una chica que, haciendo playback, esta rodando una pelicula o un videoclip, a Ania la asedian, se escapa, la pierdo de vista, se enfada conmigo, mientras otros me vienen a rogar que me haga fotos con ellos, pero el sol me ciega tanto que no puedo abrir los ojos al menos en cinco minutos, no se las fotos que habran hecho.

Vamos a comer con el rikshero, Ania se emparanoia con la comida, no sabe que elegir y al final se mosquea y decide no comer nada. Yo me como un arroz con patatas y una verdura que parece grelos. Seguimos la ruta hacia el otro lado del lago, atajando por baches espolvoreados de carretera. Por el camino, el rikshero recoge a un chaval que viene del cole, lo dejamos como un quilometro mas adelante, el ninho se baja sin decir palabra. Llegamos a una elegante mezquita blanca, con su cupula y sus torres, y cientos de palomas grises en el atrio. Tenemos que entrar por separado. El interior, sobriisimo. Me siento un momento en la alfombra que cubre el suelo, intento respirar un poco de atmosfera, pero no me conmueve demasiado.

Seguimos adelante. Otra mezquita, Jama Masjid, la mas antigua. Esta, de ladrillo, con una fuente en el patio. Un chico, al enterarse de que soy de Espanha, me pide que vaya con el a sentarme bajo un arbol para hablar de Toledo, Cordoba y los musulmanes en Espanha. Pero no voy a dejar a Ania sola, asi que lo dejo para mas tarde, Ania sale a ver el bazar de al lado, pero el chico ya no esta. En cambio, un senhor mayor la mar de simpatico me empieza a explicar un monton de cosas sobre la construccion del mihrab (el altar-pulpito de la mezquita), los nombres de Ala, la convivencia de las religiones y lenguas, los horarios de los rezos, el canto del muecin... Me invita a presenciar la ceremonia que esta a punto de empezar y me asegura que no pasa nada porque haga fotos, asi que voy a buscar a Ania y entramos, dejando pagada ya la riksha. Nunca habiamos visto una "misa" musulmana, me resulto curiosa (cada persona ocupa una alfombrita, los hombres se ponen en fila delante, las mujeres al fondo, el que oficia apenas habla, no hay sermon ni nada, todo sucede en silencio y concentracion, a veces una palabra o formula hace que todos se arrodillen ensenhandome las plantas de sus pies, se prostren, se levanten como resortes o se doblen por la mitad como en una postura de yoga).

Al salir aun nos espera el rikshero. Debemos de haberle caido bien, porque decide ensenharnos un par de sitios mas que le gustan a el y sin cobrarnos nada. Gracias a eso tenemos la oportunidad de ver un poquito del casco antiguo, que, si no, nos habriamos quedado sin conocer.

De vuelta a la zona del bulevar (asi se llama la calle que bordea el lago), intento grabar mis tarjetas de memoria en deuvedes, cosa que resulta complicadisima, aunque no imposible; luego, a un locutorio, a llamar a un tipo que dice ser politico y que hemos conocido en el bus el dia anterior y ha prometido ensenharnos cosas, pero no podemos llamarlos desde nuestros moviles porque, por lo visto, el ejercito emite no se que senhales que no permiten que los moviles de otras partes funcionen en Cachemira (ni, por lo visto, en Assam, otra region con militancia separatista que, casualmente, tambien vamos a visitar). Despues vamos a internet, Ania no quiere estar mucho rato y baja a ver tiendas, mientras esperamos que llegue el politico. Cuando ya los dos estan aqui, me levanto para pagar y en ese momento un apreton incontenible me obliga a preguntar urgentemente por el banho. Tengo que bajar corriendo unas empinadas escaleras metalicas, bajo las cuales se halla el banho. No encuentro la luz. Subo otra vez corriendo a preguntar, pero es que simplemente no hay. Bajo, cierro como puedo y tengo que iluminarme con el movil durante toda la operacion, aunque igual hubiera sido mejor no ver aquello. Hubiera preferido que el banho fuera "Indian style" en vez de "Western style", porque es mas facil aguantar diez minutos en la postura de la gallina que en la del esquiador. Entre el calor, el dolor y el esfuerzo, vuelvo palido y sudado, pero mucho mas ligero. Que por que cuento estas cosas? Porque forman parte de la India.

El politico nos quiere llevar para un lado y para otro, pero nosotros queremos hacer otras cosas, el tipo no para de hacer preguntas y dar ordenes, hasta que nos hartamos de el y nos libramos como podemos. Se va ofendido.

Es ya tarde. Ania esta muerta de hambre, no ha comido practicamente nada en todo el dia, pero es imposible encontrar nada que la satisfaga. Recorremos todo el bulevar esquivando grupos de turistas o peregrinos que bloquean la acera, insistentes vendedorse de chales y artesania, y shikareros pesados y timadores. Por fin Ania se compra un pastelito. En varios muelles nos piden cien rupias por llevarnos hasta nuestro houseboat. Al final, regateando en hindi, conseguimos una shikara por quince, aunque Ania hubiera preferido la de al lado, donde un indio joven le ponia ojitos tiernos. Al llegar al Good Faith, nos esta esperando en el porche el duenho, en pijama. Son las once y media de la noche, el suele acostarse a las diez. Tiene que cerrar la puerta. Yo estoy agotado. Ha sido un dia largo, muy turistico, un tanto pesado, me recuerda el viaje por Rajasthan de hace dos anhos, y encima Ania esta super borde. Hemos visto muchos militares, muchos musulmanes por la calle, muchos hindus en los templos y las primeras carnicerias en mucho tiempo. Me da la sensacion de que, aparte de sus ojos azules y su piel relativamente clara, los cachemiros se caracterizan por sonreir menos que otros indios y ser mas desconfiados, quiza a causa del conflicto de las ultimas decadas.

Hoy. Dormimos un poco mas, nos levantamos antes de las nueve, yo sigo mal de la barriga, pero se me va pasando. Queremos ir a ver las ruinas de un templo budista que hay en Parihaspora. El camino resulta una odisea. Primero, la shikara hasta el bulevar. Despues, la riksha (ferozmente regateada) hasta la estacion central de autobuses, que esta lejillos. Alli, la busqueda de un Tata Somu, o Sumo, o algo asi, que no sabemos muy bien lo que es. Ante la estacion, una fila de jeeps blancos, marca Tata (de ahi el nombre) caza a sus pasajeros voceando el nombre. Cuando se llenan, arrancan. A Baramulla, hacia donde tenemos que ir, van varios. Nos quieren cobrar mas de lo que nos han dicho, mientras regateamos se va juntando publico hasta que nos encontramos acorralados por mas de quince personas, al final nos subimos al unico que cede un poco, pero despues de media hora solo hay un cliente mas, faltan como cinco asientos por llenar, asi que nos bajamos, enseguida encontramos otro y alla vamos.

El Tata Somu nos deja en un cruce. Desde alli, entre arrozales, sube una carreterilla. Vamos andando despacio, la gente de las casas nos mira desde detras de las vallas, algunos apenas contestan a nuestros saludos, una familia nos posa para las fotos y, por gestos, nos quiere invitar a comer algo, tres hombres que siembran arroz y lo limpian de malas hierbas nos hacen senhas para que vayamos a ver como trabajan, hay que hacer equilibrios por los montoncitos de tierra que separan las parcelas anegadas de las que sobresalen racimos de largas hojitas verdes. Acuclillados y fumando pipa de agua, se rien de mi al ver como hago el funambulista con la camara en la mano.

Tres quilometros cuesta arriba a pleno sol, parando cada dos por tres a hacer fotos, se hacen largos. Un sikh barbudo y turbantudo en un cochecito rojo nos ofrece llevarnos, aceptamos, pero resulta que ya estamos al lado. Las ruinas del templo son realmente ruinas, montones de piedras de las que apenas se puede descifrar nada, sobre las que revolotean abubillas y entre las que reptan serpientes, segun afirman unos estudiantes que vienen a compartir la noticia con nosotros. El sikh, que se llama Indi, es abierto y majisimo, tiene una mirada dulce y una sonrisa alegre y sincera, conversamos un monton, resulta que de sikh solo tiene la pinta, en realidad es bahaita, no entiendo mucho como uno puede no ser sikh y aguantar toda la vida con el turbante, sin cortarse el pelo ni la barba. Nos baja, nos lleva hasta casa de su hermana, vemos la escuela donde esta trabaja, conocemos a la familia. Indi nos cuenta que su mujer murio hace dos anhos y pico y entonces el vendio la casa y el negocio que tenia y se dedica a viajar por India. Nos trae de vuelta a Srinagar, nos lleva a cenar, quiere invitarnos, pero no le dejamos y, al despedirse de nosotros, nos regala sendas pulseras e insiste en que no perdamos el contacto, porque esta seguro de que volveremos a la India.

Como digo, han sido dos dias totalmente diferentes. El segundo, mucho mas de mi estilo que el primero, aunque no siempre es facil escapar a las trampas del turismo cuando uno viaja. Es una lastima no haber podido ir a las montanhas. De Srinagar tambien me quedan cosas por ver. Y dar un paseo en shikara por el Dal Lake al anochecer.

Manhana tiramos hacia Jammu, de ahi el plan es volver a Chandigarh y, ya con Nawaz, el amigo de Ania, a Delhi y, de ahi, 28 horas (en teoria, en la practica seguro que se acercan mas a las 40 que a las 30) hasta Guwahati, la capital de Assam, de donde es el. Ese es el plan, aunque estoy empezando a dudar de si es tambien mi plan, a pesar de tener comprados ya casi todos los billetes, porque cada vez me cansa mas la companhia. Elegir un companhero para semejante viaje no es tan facil. He analizado la cuestion varias veces y de verdad considero que no soy yo quien crea la tension. Aun no se que es lo que piensa ella.

miércoles, 24 de junio de 2009

Emitiendo desde Srinagar, Cachemira...

... y sin tiempo para nada. Mi tarjeta de movil comprada en Delhi no funciona aqui. Internet no es facil de encontrar o, si la hay, no cabe en nuestro loco horario de viaje y visitas. Todo bien, sanos y salvos, manhana aun estaremos aqui y al dia siguiente, que ya no se ni que dia de la semana es, tiraremos de vuelta hacia Chandigarh, operacion que nos llevara un par de dias, pasando necesariamente por Jammu.

Por si alguien ya se ha perdido en mi ritmo caotico, acabo de escribir dos entradas atrasadas: "De Amritsar a Jammu" e "Incertidumbre".

Seguiremos emitiendo.

Incertidumbre

Omnipresente. Ingrediente principal de nuestra vida aqui. Afecta a los campos mas basicos.

La orientacion: las ciudades no siguen un planeamiento, son como un todo organico, vivo y caotico, las calles son todas diferentes, pero parecen iguales, entre tanto color, tanto ruido, tanta llamada, cuesta fijar puntos de referencia. Encontrar un mapa es, en algunos casos, una hazanha. En otros, linda con el milagro. Los nombres de las calles no aparecen por ninguna parte, la gente debe de saberlos por tradicion oral.

La comunicacion: uno cuenta con desenvolverse en ingles, idioma oficial junto a otros tropecientos. Pero resulta que en realidad en el norte no es tanta la gente que lo habla, mientras que la proporcion de los que lo hablan bien es muy baja. Uno se aprende aplicadamente los saludos y las formulas de cortesia (que, por lo demas, ellos apenas usan, pero siempre queda bien), los numeros (para regatear los precios de todisimo) y los nombres de los platos e ingredientes. Pero resulta que basta salir de Delhi y meterse en Punjab para que lo aprendido sirva de bien poco, pues alli no hablan hindi, sino punjabi, que tiene cosas en comun, pero no tantas. En Cachemira, Kashmiri. En Assam, segun me han dicho, Asames. Y menos mal que no tenemos pensado movernos mas. Y, encima, todas ellas se escriben con alfabetos que desconozco, menos mal que si que hay muchos letreros en ingles o carteles transliterados a nuestro alfabeto.

De modo que uno lo intenta con los gestos. Pero es que los gestos tampoco son tan evidentes. Cuando pides permiso para hacer una foto, menean la cabeza hacia los lados trazando simbolos del infinito o relojes de arena. Uno piensa que eso significa "bueno, si te empenhas...", pero resulta que es que si. Pero no siempre. Entonces preguntas para asegurarte y te sueltan otro gesto diferente. O intentas enterarte de como llegar a algun lado y, claro, pronuncias mal la direccion y lo mismo te entienden que no. Mejor si llevas la tarjeta de tu hotelucho. Entonces, para decir que vayas recto, te indican la diagonal de la derecha y ya no entiendes nada. O, si no saben donde esta, algunos prefieren no reconocerlo y decirte cualquier cosa, de modo que no es raro ir a parar al quinto infierno.

Seria mas facil si el funcionamiento del transporte publico fuera comprensible. Pero para mi no suele serlo. Hay tantos tipos de autobuses, publicos, menos publicos, mas privados, microbuses, autorikshas, ciclorikshas, que se yo, por no hablar de los taxis, que pasamos de utilizar. En otras ciudades uno ve la marquesina, el recorrido, los horarios. Aqui... no. Si ni siquiera reconozco las paradas!

O el transporte de largo recorrido. Quieres coger un bus? Vale, pero primero hay que encontrar la estacion correcta. Un tren? Cuatro cuartos de lo mismo. Te dicen que sale de la estacion de Nueva Delhi, vas con una hora de antelacion y al ver la mole del edificio, la masa de gente, sientes que vas a tardar dos en encontrar el anden. No hay tablon, todo lo dicen por megafonia, de modo que hay que estar atentisimo. Menos mal que lo dicen tambien en ingles, cuando no se les olvida, como nos paso a nosotros. Que pasa cuando tienes un tren a las ocho de la manhana y no lo han anunciado? Pues, una de dos: o te entran los nervios y te desesperas buscando alguna informacion, cosa nada facil, o resignadamente asumes que, con toda probabilidad, tu tren viene de otro lado con retraso directamente proporcional a la distancia desde el origen. Esa es una de las pocas cosas de las que cabe estar seguro en India. Cuando tu tren no ha llegado en seis horas, nadie sabe nada, unos te dicen que ya se ha ido, otros que no existe tal tren, y otros que debe de estar al llegar, solo puedes elegir entre reirte o llorar.

Igual que el horario de Greenwich se llama GMT, el de India se llama IST. Oficialmente, son las siglas de "Indian Standard Time". Muchos afirman que, en realidad, significa "Indian Stretchable Time". En un tiempo elastico todo cabe, quince minutos pueden durar sesenta, mientras que doce horas caben en seis. ?Milagro? No, probablemente Einstein sabria explicarlo. A los occidentales. Los de aqui no lo necesitan.

Tampoco cabe estar seguro en cuanto a las comidas y bebidas. Viendo como lavan los platos y cubiertos en algunos lugares, de lo mas seguro que se puede estar es de pillar una gastroenteritis, por no hablar de cosas mas graves. Al principio uno se resiste firmemente a las tentaciones de olores, sabores, ingredientes y nombres nuevos, pero luego se va relajando y procurando no pensar en lo que puede ocurrir. Supongo que habra quien rece.

Y los precios. Bueno, esta vez no tengo la sensacion de que nos esten intentando tangar a cada paso, como nos ocurrio en el Rajasthan, pero a veces si que lo hacen, aunque no llegan a las exageraciones de la otra vez (como pedirte diez veces lo que cuestan las cosas). Pero hay que estar siempre atento y regatear. Y, a veces, darse cuenta de que, al fin y al cabo, estas pagando solo un euro o dos de mas y, lo que para ti es una diferencia pequenha, para ellos puede ser la comida de varios dias.

Y, por ultimo, aunque esta vez tampoco tengo queja, esta la incertidumbre con respecto a las intenciones de toda esa gente que se te acerca, que te propone cosas, servicios, ayudas. La verdad es que esta vez estamos siendo muy confiados y, de momento, toquemos madera, nos esta saliendo bien. Que siga asi. Esta claro que, en este sentido y en muchos otros, mas vale evitar los lugares tipicamente turisticos, donde estan acostumbrados a exprimir al guiri todo lo que puedan.

De momento, eso si, incertidumbre no significa inseguridad. El otro dia nos perdimos totalmente en Jammu, se nos hizo de noche, estabamos al lado de una enorme estacion de autobuses (lugares que, como todo el mundo sabe, suelen tener una fauna particular), llamabamos muchisimo la atencion de todos, se nos acercaba todo tipo de mendigos y lisiados mas o menos insistentes, y en ningun momento sentimos el miedo que podriamos haber sentido en circunstancias similares incluso en Europa.

Toda esta incertidumbre trae consigo una leccion. Poco a poco, uno va desprendiendose de las expectativas, va ejercitando la paciencia y la resignacion y aprendiendo a aceptar lo que viene, que en este pais nunca es poco, desarrollando de paso la capacidad de observacion, pues la pelicula de la vida desfila dia y noche ante tus ojos.

lunes, 22 de junio de 2009

Jammu

Bueno, pues tenia mil cosas que escribir acerca del viaje de hoy, pero parece que Ania esta enferma, me ha echado de la habitacion porque queria vomitar, y llevo un rato deambulando en busca de internet al menos para dejar noticia de que estamos en el estado de Jammu & Kashmir y, si todo va bien, manhana partimos para Srinagar, capital de verano de Cachemira. La verdad es que Ania me tiene preocupado, espero que no sea nada. Yo tambien estoy empezando a notar unos sintomas extranhos...

De Amritsar a Jammu

Diana a las 4:30, antes de que salga el sol. Estamos haciendo la mochila a toda prisa cuando se va la luz. Curiosamente, sigue funcionando el ventilador. De los mil interruptores misteriosos que hay en la pared, no conseguimos exprimir ni una gota de claridad. Terminamos con el equipaje iluminandonos con los moviles. Al bajar al patio a traves del cual se sale a la calle, nos encontramos el porton cerrado. En medio del patio, en ropa interior pringosa, encogido sobre un catre de mimbre como un bebe de piernecillas raquiticas, duerme el vejete de la recepcion. Al lado de la casicama, una botella de agua y un paquete de tabaco. A pesar de lo borde que ha sido, me da pena despertarlo. Saca la llave de debajo de la almohada, nos abre sin decir palabra y vuelve a cerrar sin despedirse.

Para ver lo que es la vida en la India, hay que levantarse al amanecer, antes de que el sol anime los colores que maquillaran un tanto la realidad. Al amanecer, cuando aun duermen en las calles los que no tienen otra cama. Solos, en racimos, en sartas o en hileras. Cualquier lugar vale: bajo un arbol, en los escalones de un portal, en un amago de acera, un muro del que para caerse diez metros mas abajo basta con darse la vuelta. Pero no creo que tengan el suenho inquieto aquellos para quienes la vida no se diferencia mucho de una pesadilla.

El bus de las 6 no tiene aire acondicionado. Tan temprano no hace falta, o eso deben de pensar los indios. Me pongo los cascos, no para escuchar musica, sino para amortiguar el estruendo del motor, el castanheteo de las ventanas que tiritan, pero no de frio, y el tableteo del aire polvoriento que entra por ellas a borbotones, los quejidos de la estructura entera del autobus, que cruje, gime o chirria en cada bache o desnivel, o sea, sin parar, las conversaciones a voz en cuello en el asiento de atras, los llantos de los ninhos en el de al lado, la musica metalica que esta escuchando en el movil el chaval de mas alla... Pero no consigo dormir.

El viaje transcurre en modo stand-by, en ese estado en el que el cansancio atrasado amortigua los sentidos, y el calor, los ruidos y el traqueteo parecen venir de muy lejos, de otra realidad, y diluirse un tanto por el camino.

Hacemos un alto, para bajar del bus hayque atravesar habilmente la barricada de bolsas, bolsones y termos que bloquean el pasillo, menos mal que hemos conseguido incrustar nuestros mochilones en el exiguo espacio de los maleteros que cuelgan del techo (arrancando en el intento el unico altavoz, por otra parte meramente decorativo, que debia de quedar en todo el bus, a juzgar por los cables que cuelgan por aqui y por alla), con la esperanza de que el rozamiento venza a la fuerza de la gravedad y no acaben por caerse en la cabeza de nadie en alguna curva. Pero el camino es bastante recto.

Como digo, un alto en el camino. Enseguida el autobus queda sitiado por vendedores ambulantes que acuden corriendo, llevan sobre la cabeza, en equilibrio admirable, enormes bandejas redondas con piramides de bolitas amarillas que supongo comestibles, mientras por las ventanas desfilan botellas de bebidas frias y diversos snacks fritos. Opto por bajar a estirar las piernas y comprarme un paquete de galletas, una cocacola y un zumo de naranja embotellado. Mi aparato digestivo no esta para bromas. Tras media hora al sol, reanudamos el viaje en coctelera. Dudo que los 90 quilometros que quedan hasta Jammu me basten para escribir este texto, pero mis calculos son erroneos. Mas de dos horas despues, llegamos a Jammu.