lunes, 6 de julio de 2009

Vuelta a Delhi

Imagina que le das tu dirección a alguien:

Periquito
hijo de Perico de los Palotes
cerca de la mezquita de la Universidad de las Chimbambas
Chimbambas
Guirilandia


Pues poco más o menos es la que me dio Nawaz a la hora del desayuno. Me fío más del mail.

Para desayunar: de primero, arroz frito en ghee con verduritas; de segundo, arroz, pero de otro tipo, granos en forma de bolitas muy pequeñas, con leche y azúcar.

Nos despedimos del padre, que se va a currar. Salimos con todo el equipaje, antes de subirnos al coche me meto en un charco de barro hasta los tobillos, menos mal que mis tenis son bastante impermeables, y Nawaz nos lleva a ver el cole donde estudió. En la sala de profesores, charlamos con la que le dio clase de inglés, Arati. Habla con soltura. Se ve que se aprecian. Ella le echa la bronca por no habernos llevado a su casa. Es majísima sin esforzarse por serlo, me encanta su sonrisa tranquila. Nawaz nos cuenta que todos la odiaban por que era muy severa, hasta que al llegar al último curso pasaron del odio al amor y se dieron cuenta de que la disciplina que imponía era por su bien. Aparte de inglés, habla hindi, assamés y bengalí. Por los pasillos los alumnos la saludan educadamente y ella les da palmaditas. En el patio los niños llegan corriendo, se plantan emocionados delante de la cámara, se empujan unos a otros para ponerse delante, se lo pasan pipa, hacen caso omiso de los gritos de los profes de gimnasia (mujer para las chicas, hombre para los chicos), de cuya tutela los hemos arrancado sin querer. Bueno, sin querer mucho. Unas fotos de niños indios son unas fotos de niños indios. Los chavales se adelantan a las tímidas chavalas, recurro a mi rudimentario hindi ("larkí", que significa "chica") para hacerles entender que no se metan en la foto que estoy sacando, funciona, pero a los dos disparos reclaman lo suyo: ¡larká!, es decir, "chico". Les toca a ellos. En realidad mi "discurso" en hindi ha sido más un experimento para ver si funcionaba y un truco para impresionarlos. No habría hecho falta. Lo realmente impresionante es que, con lo pequeñajos que son, casi todos hablan (aparte del assamés, lengua natal de la mayoría) como mínimo algo de hindi y algo de inglés.

Recogemos a la madre del trabajo y vamos al aeropuerto. Prometemos seguir en contacto, sería estupendo que Nawaz viniera a Polonia. Todavía no entiendo a la madre, silenciosa y ahorrativa en gestos, aún no sé si le gusta nuestra presencia, la tolera o le mosquea. Pero cocina de maravilla. Me imagino que, si no hubiera barrera lingüística, sería diferente. Lo curioso es que ella trabaja todo el tiempo en inglés. Sabe leerlo, pero no hablarlo.

Ya en el aeropuerto, controles por todas partes. En la zona de espera, cuatro puertas de embarque, no hay tablero, preguntamos, pero nadie sabe cuál es la nuestra. Esa información se transmite por el oído. Cuando llegue el momento, lo anunciarán por megafonía. Lo malo es que hay que estar atento (y no siempre lo dicen en inglés) y que, si se te pasa, no puedes pedirles que repitan. Una paradoja: habiendo hecho viajes de 12 horas embutidos en cafeteras sobre ruedas, para llevarnos al avión nos meten en el autobús más cómodo y espacioso que he visto no ya en la India, sino en los últimos diez años (desde que viajé en bus por Brasil). Arrancamos sin que se haya llenado y en treinta segundos escasos estamos ya junto a nuestro avión.

En Delhi, taxi "pre-paid" hasta casa de Devesh, que todavía no ha vuelto de su viaje improvisado a Nepal, pero que nos ha dejado las llaves en casa de los vecinos. Pero qué majo es. Ania se encuentra mal y la paga conmigo. Pero ya es la última vez, mañana por la mañana, si no se rompe la noche, se va a Agra a ver el Taj Mahal. A mí no me habría importado verlo otra vez, pero me tengo que quedar en Delhi: una, porque debería hacer una gestión en la Embajada; y otra, porque el tren de vuelta que tendría sentido coger llega a Delhi demasiado tarde, no me daría tiempo a coger mi vuelo. No conseguimos hacer funcionar correctamente el air-cooler, los ventiladores no bastan. Dormimos en el salón, donde hace menos calor que en el dormitorio, pero sigue siendo una sauna.

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