Mientras Nawaz y Debu terminan de despedirse (a oscuras, pues aun no ha vuelto la corriente) de los que han sido sus companheros durante varios anhos de estudios, llega el taxi, que resulta ser un jeep. Es la una de la madrugada. A duras penas cabemos los cuatro pasajeros mas el equipaje: Ania y yo llevamos dos mochilas cada uno, pero Nawaz y Debu, como ocho bultos por cabeza.
Sigue lloviendo, por ratos a cantaros, la carretera es como un rio, hay que cerrar las ventanas para que las salpicaduras de los camiones no nos inunden. Los doscientos cincuenta quilometros quilometros que nos separan de Delhi duran como seis horas. Sorprendentemente, consigo dormir durante la mayor parte del viaje, aunque la cabeza se me golpea contra todo lo posible. El viaje es como un suenho: la lluvia en los cristales, el agua que salta bajo los neumaticos formando olas que se alejan o se acercan a nosotros, la cara del sikh que conduce iluminada de tanto en tanto por los faros de otros vehiculos, los adelantamientos inverosimiles y acrobaticos que me dejan indeferente, los indicadores verdes reflectantes en tres idiomas, ingles, hindi y punjabi, pero no logro distinguir el orden de los dos ultimos alfabetos, para mi identicos.
Llegamos a Delhi ya despues del amanecer. El jeep nos deja en la estacion de Nueva Delhi, Debu sigue su camino, nosotros tres nos las apanhamos con el equipaje a traves del caos multicolor, del hormiguero, del ruido, de los empujones. Esperamos dos horas. Esta vez nuestro tren sale puntual.
Nuestro tren. En teoria, 34 horas. Hasta Guwahati, capital de Assam, hay mas de dos mil quilometros. Hacemos apuestas para ver con cuanto retraso llegaremos. Nawaz dice que a tiempo, Ania que dos horas, yo que cinco. Vamos en clase "sleeper trier", es decir, en cada vagon hay una especie de compartimentos abiertos que a un lado del pasillo tienen dos camas y al otro seis. El aire acondicionado esta tan fuerte que hay que abrigarse para dormir. Pero las literas son bastante comodas. La comida que reparten, incluida en el precio del billete, esta bastante buena. Nawaz va en otro vagon, pero sus bultos estan repartidos, ocupando todo el espacio posible y mas. Sonreimos y los pasajeros de nuestro pseudocompartimento no protestan, aunque deberian. Nos pasamos la mayor parte del viaje durmiendo. El resto, comiendo. Al final la apuesta la gana Ania. Pero el viaje, contra todo pronostico, no se nos ha hecho largo. En total han sido como 44 horas desde que salimos de Chandigarh. Aunque en realidad me da lo mismo.
miércoles, 1 de julio de 2009
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