domingo, 21 de junio de 2009

Amritsar (II)

Por fin duermo siete horas y pico a pierna suelta, el air-cooler funciona estupendamente. Enseguida echamos a andar, mientras voy desayunandome los lichis que me compre anoche. Parece que hace mas calor (incluso) que ayer. Tiramos por unas callejuelas de lo que supongo que es el centro, cuestion dificil de dilucidar en la India. Dentro de una puerta que da acceso a un patio nos topamos con una mezquita blanca con dos torres coronadas por cupulas, un estanque delante y un monton de ninhos correteando alrededor. Usando como tarjeta de presentacion la sonrisa que estoy puliendo en este pais, pido permiso a un joven musulman de barba, tunica y casquete blancos y bicicleta negra que esta a la entrada. Hacemos unas cuantas fotos, los ninhos, al igual que los de otras religiones, se arremolinan para posar, aunque la mayoria no se atreve a traspasar la barrera que hay entre el estanque y la parte donde nos hemos quedado nosotros. Al cabo de un rato el joven de la entrada pega un grito a los ninhos para que se aparten y nos da a entender por gestos que ya basta. Yo le sonrio y le doy la mano, Ania le sonrie y le tiende la mano, pero el hace gesto de que no. No se si es que no puede tocar a una mujer o que.

Al salir hay un puesto con camisas (que, por cierto, aqui se llaman "kameez", pronunciado casi como "camis", con acento en la i). Llevo tiempo con ganas de tener una camisa india, me gusta su corte, asi que me compro una por cincuenta rubias (un euro con un par de centimos), el vendedor eleva las manos al cielo dando gracias.

Deambulando por una de las calles principales, Hall Bazaar, nos entra hambre. Veo un bar (o sea, una cueva abierta a la calle, con un mostrador, dos mesas dentro y un fondo muy oscuro, paredes y suelo de cemento con manchas negras), en un fogon de gas estan friendo una masa con buena pinta. Como churros, pero aplanados y finitos, y al echarlos en el aceite se inflan como una pompa. Me pido uno, pero resulta que viene acompanhado de garbanzos. No se si se puede comer en un sitio asi, de modo que les digo que solo quiero la pasta para comermela por el camino, por lo que me meten el sabji en una bolsita de plastico. Al final decido que mas vale sentarme alli dentro y comermelo, y que sea lo que Shiva quiera. La comida no esta mal... y cuesta el ridiculo precio de ocho rubias...

Al salir vemos una tienda de ropa. Las tiendas de ropa indias son dignas de verse. En el exiguo espacio de la cueva, las paredes estan cubiertas de arriba a abajo de telas de diferentes colores y disenhos, los vendedores estan arrodillados sobre una tarima en la que despliegan con gran habilidad capas y capas de telas para ensenhar a los clientes sentados en un banquito. Ania quiere comprarse un sari. Yo acabo haciendome dos camisas a medida con una tela que elijo. En total, tela y sastre, 500 rubias. Y estoy seguro de que podriamos haber regateado mas. Quedamos en recoger la ropa a la tarde.

Seguimos paseando, en busca de internet, cosa que resulta mas dificil de encontrar que el santo grial, encima siendo domingo. Dos tipos con un carrito venden cocos verdes, dicen que cuestan 15 rubias, pedimos uno cada uno, nos los abren con un cuchillon y nos dan una pajita para bebernos el agua, luego cortan un pedazo de la "tapa" para que lo usemos como cuchara, pero preferimos usar la de aluminio que lleva Ania para raspar el interior del coco, que es como una capita de moco blanco. A mi no me gusta demasiado, pero me pido otro coco para beberme el agua. A la hora de pagar, les doy 100 rubias, me devuelven 10. Les digo que de que van, que han dicho que el precio es 15. Entonces me devuelven 10 mas. Pero, vamos a ver, ?como tres cocos van a costar ochenta? Muy bueno en matematicas no sere, pero idiota tampoco. Entonces el tipo me escribe en su movil "25". Mas a mi favor: el mismo esta reconociendo que nos esta timando. Al final me devuelve otras cinco, pero estoy seguro de que antes habiamos quedado en 15 por coco. No tengo ganas de discutir.

Frente a un enorme templo hindu hay un gran tenderete montado, bajo el toldo varias personas reparten comida, predomina la gente pobre. Al vernos por alli insisten en invitarnos, casi nos obligan. Nos dan la comida ("kari", dicen) en cuenquitos hechos de hojas de alguna planta, preciosos, mas un pan redondo para usarlo de cuchara. Un vejete barbudo y simpatico vestido de blanco nos empuja al atrio del templo, donde un monton de gente come sentada a los lados, y nos hace sentarnos en sendos asientos de motos que hay aparcadas alli. Ania se come lo suyo, yo considero que ya he hecho suficientes experimentos por hoy y discretamente me lo llevo para tirarlo por ahi, sintiendolo mucho.

Pero poco mas adelante, a la entrada de otro templo, hay un ambigu con bastante buena pinta y mucha gente comiendo. Pido un pastelito que veo, resulta que tambien va acompanhado de garbanzos. Me cobran por todo 7 rubias. Increible lo barato que se puede comer en este pais.

Seguimos buscando internet, sin exito. El plan era pasar las horas de mas calor dentro de algun ciber, pero las estamos pasando a pleno sol en una mision imposible. Tiramos hacia el Golden Temple, al lado hay un parque en memoria de los miles de indios fusilados alli mismo en 1919 por oponerse pacificamente al gobierno britanico. Al igual que ayer en el templo, apenas hay extranjeros, enseguida nos convertimos en el centro de atencion y todo el mundo quiere fotos con o de nosotros. Pero al final el asedio ya se vuelve insoportable, Ania esta mareada por el calor y nos metemos en un restaurante con aire acondicionado a tomar algo. Yo, una cocacola, un litro de agua y un empalagoso lassi de vainilla.

Para volver a recoger la ropa el rikshero (de los de bici) quiere cobranos 50, cuando hemos venido antes por 15. Encontramos otro mas sensato, recogemos nuestra ropita a medida, comemos algo y volvemos al Golden Temple, donde hemos quedado con Raju. Pero no aparece. Nos sentamos junto a una columna para esperar a que anochezca, pues queremos ver el templo iluminado. Es increible, hay todavia mas gente que de dia, apenas se puede circular, y eso que el espacio es gigantesco. Se nos acopla Tejinder, un sikh que habla bien ingles, al principio no le hacemos mucho caso, pero lo que cuenta es interesante, al final acaba guiandonos por alli y ensenhandonos cosas que solos no habriamos visto, sobre todo la cocina, !impresionante! A las 10 de la noche aquello esta tan lleno que no cabe un alfiler, y eso que realmente el comedor tiene el tamanho de un polideportivo. En la cocina hay enormes fogones con ollas gigantescas, donde voluntarios remueven la comida con palos que parecen remos. Segun Tejinder, alli comen 150.000 personas cada dia, es decir, !un millon por semana! Cocina y comedor estan abiertos dia y noche. Es que el Golden Temple es como el Vaticano de la religion sikh, pero ademas en los templos sikhs son bienvenidas las personas de todas las religiones, y a todos los peregrinos y visitantes se les proporciona la oportunidad de lavarse, comer y dormir. Una experiencia interesantisima. Pero yo estoy ya destrozado desde hace horas y, tras dos horas con Tejinder, necesito retirarme a descansar. Al salir, me llama la atencion la animacion y el colorido de las calles a esas horas de la noche. El se monta en una ciclorriksha con nosotros, que a duras penas consigue abrirse paso entre el abigarrado gentio, nos deja casi en la puerta del guesthouse sin permitirnos pagar ni una rupita, y se va a coger una autorriksha para no se donde, a diez quilometros de Amritsar. Vive en Delhi, pero siempre que puede viene a pasar el fin de semana en el templo y a hacer de guia gratuitamente a los turistas, que, por lo visto, no siempre lo aceptan con confianza. A nosotros nos ha hecho un gran favor.

Estoy hecho polvo, se me cierran los ojos, va a dar medianoche, hace una hora que el tipo del guesthouse esta dando vueltas a mi alrededor y haciendo ruidos para echarme, me voy a duchar y a acostar. Manhana a las 6 de la manhana cogemos el bus para ir a Jammu, en Cachemira, la parada siguiente, en principio, sera Srinagar, a pesar de que en la embajada espanhola, sin justificar mucho el porque, nos han aconsejado que no vayamos.

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